domingo, 5 de diciembre de 2010
UNA VERDADERA AMISTAD
sábado, 6 de noviembre de 2010
LA LLAMADA TELEFONICA.
¿Qué clase de llamada tendría la joven? ¿Quién la llamó? ¿Para qué la llamaron? Obviamente sabemos que será una buena noticia, que ella debería estar esperando, por la sonrisa de la señora. Sí. Entonces podrían haber algunas opciones: La llamaban personas que querían hacerle un contrato para que cantara en algún evento. La llamaba su madre desde el otro estado para comunicarle que ya le había enviado dinero o encomienda por la empresa de transportes. La estaba llamando un amigo para invitarla a almorzar o a cenar. Talvez la llamaba una amiga, aquella que solía invitarla a su casa para hacer algún trabajo de la universidad. Allí la madre de ella la invitaría a comer. La comida que ella preparaba era una exquisitez. En fin, algunas opciones satisfactorias le esperaban al otro lado del auricular del teléfono de Anahí.
Si todos tuviésemos una llamada como ésta, que se convierte en una agradable sorpresa, desearíamos siempre estar atendiendo el teléfono, pero, ellas son de diversa naturaleza. Hay quienes se mantienen en suspenso, a la espera de la llamada anhelada. Veamos a este muchacho recién graduado que está esperando la llamada del empresario que lo entrevistó el día anterior. Desde ese momento no había podido dormir, dado que le encantaría trabajar en esa empresa y sólo una llamada telefónica que viene de aquella institución significaría que lo van a contratar, porque de haber sido negativo el resultado de la entrevista, no lo llamarían.
"Manuel. Te están llamando de una empresa". Dice su hermana.
¡Al fin!, ¡Dios mío! Al fin. Efectivamente, con una aturdida sonrisa acude a contestar el teléfono. "¿Alo?". Le responden: Señor Gutiérrez, debe acercarse mañana a nuestras oficinas para firmar el contrato de trabajo. Usted va a trabajar en nuestra empresa.
¿Cómo imaginan la cara del muchacho?. La felicidad en su rostro será evidente.
Qué me dicen de aquella muchacha que ha roto con su novio, pero lo ama y espera ansiosa que él la llame para pedirle perdón y decirle que desea verla. Ella está preparada con los oídos bien templados para escuchar el repicar del aparato. Suena el teléfono. Está nerviosa: "Dios mío, y si es él". Va a contestar. "¿Aló?". Del otro lado le dice su novio: "Mi amor, no he podido dormir desde ayer, por favor, quiero que me perdones. Te amo". ¿Y ella? ¿Qué diría? ¿Cuáles son las opciones para responder?: Una: Si está tan bobamente enamorada, dirá: "Ay mi amor, yo también no he dejado de pensar en tí. Me muero por estar contigo. Ven a buscarme".
Dos: Si está muy enamorada, pero actúa natural, con una expresión de resentimiento, procurando mantener la cordura y la serenidad. Le dirá: "Me lastimaste mucho. No debería estar hablando contigo". Del otro lado el joven le dice: "Por favor, perdóname, he sido un tonto. Eres la mujer de mi vida . Necesito verte". Ella le responde: "Ahora no puedo salir, necesito estar sola, por favor, no quiero hablar contigo, ya no me llames" . El se dará cuenta, podrá percibir el dolor que le ha causado su comportamiento y le dice: "No sabes cuánto lo siento, estoy tan arrepentido. Yo esperaré, porque te amo". Ella: "No vuelvas a llamarme que no quiero volverte a ver nunca más en mi vida". Y le cuelga. Si ese hombre es inteligente, esperará, y la seguirá llamando. Le enviará flores, tarjetas, le dará una serenata, claro, si es romántico y si la ama de verdad. Aún así corre el riesgo de perderla. Y si no hace esto, se matará escribiéndole mensajes cursis en el internet. Bueno, a veces no son tan cursis.
Hay una tercera opción. Viene la llamada. "Ha de ser el idiota ese". Dice la muchacha y contesta el teléfono:"¿Aló?". Del otro lado responde el muchacho: "Mi amor... ".Ella apenas escucha su voz, le dice muy enfadada: "Ah ¿eres tú?, ¿Para qué llamas?". El responde:"Mi amor, perdóname, yo... ". Ella le dice: "Ah sì, crees que es muy fácil para tí, hacer lo que hiciste y luego "Ay, perdóname mi amor" ¿Qué facilito no?, eres un idiota. Me das asco". El le dice: Mi amor, escúchame. . ." Ella le dice: "Mira, coño e tu ma..., ni creas que te voy a perdonar lo que hiciste. Y no vuelvas a llamar, te quiero fuera de mi vida, desgraciado". Y le tranca el teléfono. Su madre le dice:"Hija, pero no le hables así, cuánta grosería": "Mamá, ese mierda tendrá que rogarme si quiere que lo perdone".
Y pueden surgir muchas opciones más. Sólo imaginemos que fue lo que hizo el novio y obtendremos todas las respuestas. Aunque el motivo de esta pelea me olía a cuernos. No sé que les parecía a ustedes, y qué tipo de respuesta darían. De estas tres opciones yo me quedaría con la segunda, aunque también la tercera no me parece mal, pero la primera, ni loca.
Hay llamadas muy lindas, como la de un amigo o amiga que no has visto hace años. De alguien que te llama para felicitarte por tu cumpleaños. De tu novio o novia para darte los buenos días, en fin. Pero hay llamadas que no quisiéramos recibir. Aquellas como las del Banco para decirnos que ya se venció ayer la mensualidad de la tarjeta de crédito y se montó la otra factura. ¡Oh, qué rabia! Hay personas que no quieren que suene el teléfono porque puede ser llamadas de facturas para las que ahora no sabemos como cubrirlas. Cuando suena el teléfono, es como el mismo huracán que erupciona en nuestro interior, disculpen, talvez, exagero. Nos ponemos pálidos, digo verdes, nos quedamos mudos, algo así como electrocutados. Mejor, no contestamos el teléfono. O quizás, le decimos a alguien: "Díle que no estoy, que salí de viaje, que estoy en el hospital, la la la la la la". Hay llamadas muy bellas, cuando nos llama un familiar del exterior. Cuánta alegría nos causa esa sorpresa.
Las llamadas en la madrugada, generalmente, son para darnos malas noticias. Es mejor que nunca suene el teléfono a esas horas. Estamos bien dormidos, cuando, súbitamente, suena ese teléfono en la madrugada, nos descontrolamos, nos sentimos acosados por los nervios. Nos disgusta, nos asusta, nos da miedo. ¿Será una mala noticia?. Es la primera idea que a mí se me viene a la cabeza.
martes, 28 de septiembre de 2010
LA HISTORIA DEL HUEVO PODRIDO.
-Si consigo otra como ésta ya tendré para comprarme un par de huevos y podré hacerme una tortilla. Así calmaré un poco a estas malditas tripas que me están mortificando.- Decía optimista.
Seguía buscando debajo de la cama, tras el escritorio, en el baño, en cada una de las carteras, en fin, hasta que gritó:
-¡Te encontré!-Se incorporó de inmediato, buscó las llaves de su cuarto y salió. Abrió la puerta principal de la casa y corrió hacia la tienda de la esquina.
-Un par de huevos , por favor.- Le dijo a la mujer que se hallaba en una silla tejiendo. Algo malhumorada se paró y la atendió. Se acercó hasta la canasta de huevos, agarró dos y se los entregó.
-Aquí tiene.-Le dijo.
La joven le entregó las monedas, le agradeció y dio media vuelta para correr hacia su cuarto. En el trayecto se iba imaginando estar friendo su tortilla, en la pequeña cocinita que tenía en la esquina de la habitación. Se miraba, sentada frente a su escritorio saboreando esa deliciosa tortilla de huevo. Ese sería su almuerzo. Otras veces le tocaba comer sólo pan, a veces con mantequilla. Sí, uno en el desayuno, uno en el almuerzo y otro en la cena. Una vez le tocó comer un pan en todo el día, eso sí, con una buena taza de café. Su madre no era culpable de que ella estuviese pasando por esta situación, a veces no le enviaba los suficientes fondos como para poderse mantener en esa grande ciudad, donde ella misma había insistido en estudiar literatura, porque amaba escribir, esa era su pasión. Bueno, ella, entendía que su madre había enviudado y sabía que le era muy difícil satisfacer todas las necesidades de su hija universitaria. Un mes le enviaba dinero, otro mes nó, entonces la joven tenía que hacer algunas actividades para poderse mantener, como tejer cubrecamas, vender libros, dirigir tareas. Pero, una de las cosas que más le gustaba hacer era tocar guitarra y cantar. A veces habían eventos por allí, cumpleaños, reinados, aniversarios, donde ella buscaba cantar. Le gustaba meterse en ese medio, a arañazos, porque sabía que siempre había un contratito por allí que la pudiese sacar de apuros. Todos decían que tenía talento. Escribía letras y colocaba las melodías y le gustaba cantar sus creaciones, pero claro estaba, que a pesar de también tener ese enorme deseo de cantar, ese lugar no era el medio adecuado para desarrollarse como artista ni como escritora. Ella sólo pretendía estudiar allí y viajar a una ciudad mucho más grande y un poco más abierta en ideas. Esta ciudad era muy conservadora por aquellos tiempos. Era una ciudad muy bella, llena de espectaculares paisajes y eso era lo que más amaba de estar allí, que no le importaba los aprietos económicos. Se había sembrado una meta: terminar su carrera y lo lograría, aunque con sacrificios.
Bueno, llegó a casa, agarró una charola vació el primer huevo y cuando iba a romper el segundo, lo sintió algo raro. Lo movió y se dio cuenta que sonaba, entonces dijo: ¡Oh no!¡Qué salada! ¡Está dañado! Tendré que ir a cambiarlo.-Y salió corriendo otra vez. Llegó hasta la tienda cargando el huevo podrido.
-Señora, por favor, mire yo hace un momento le compré dos huevos, pero uno me salio dañado. Por favor quisiera que me lo cambiara.
-¡Oh no!,.Dijo la señora enfadada.-Yo no tengo la culpa que te haya salido el huevo podrido. A mí también me los entregan así.
-Por favor señora. No sabe lo que sufrí para reunir las monedas y comprarme estos dos huevos y ahora usted me sale conque no me va a cambiar el huevo podrido, por favor, cámbiemelo por uno bueno, o devuélvame mi dinero.
-¡Claro que no!, y será mejor que te vayas.
-Lo justo es que me devuelva el dinero si no me lo va a cambiar, por favor.-Insistía.
-Yo no tengo la culpa, te repito, no insistas que no te lo voy a cambiar y no te voy a regresar tu dinero. ¿Entendido?
La joven se quedó pensativa y cargada de rabia. Sabía que era inútil insistir. Sentía impotencia. Quería llorar, sus ojos se le aguaron, pero, súbitamente, decidió.
-Está bien señora, no me va a cambiar el huevo, entonces, se lo regalo.- Y lo lanzó al piso con toda su fuerza y los dos segundos siguientes que pudo haber permanecido allí fueron suficientes para percibir la pestilencia, que tuvo que taparse la nariz, y correr, porque pudo ver la cara llena de furia de la dueña de la tienda que la insultó grotescamente y fue detrás de ella gritándola y pretendiendo alcanzarla, pero su juventud pudo más. Sus piernas corrieron velozmente por la acera y llegó hasta la puerta principal. La cerró ofuscada y temblorosa. Se dirigió a prisa a su cuarto y se encerró. La señora quedó atrás. Ya no le importaba. Se sentó sobre la cama, agitada. Dos lágrimas cayeron por sus mejillas. Estaba indignada. Se sentía incomprendida. Pero, no se arrepintió de lo que hizo. Entonces, secó sus lágrimas, se paró y procedió a hacer su tortilla con un solo huevo. Debía calmar su hambre.
Luego de haberse servido la deliciosa tortilla, sus tripas, que le habían parecido perros hambrientos ladrando en un funesto callejón, se habían convertido en hermosas bailarinas de circo que estaban siendo aplaudidas efusivamente, luego de haber ofrecido un brillante espectáculo. Ella sonreía. Unos golpes en la puerta hicieron que su mente aterrizara y dejara de jugar con las traviesas olas de la imaginación.
-Anaís. Soy yo.-Era la voz de la dueña de casa.
-Adelante, doña Estelita.-Le dijo con una leve sonrisa.
Por la puerta apenas sacaba la cabeza una señora de avanzada edad, de melena rizada y entre canosa, de mediana estatura. Cargaba anteojos con filos dorados, escondiéndose tras ellos unos ojos tiernos y chispeantes. Doña Estelita, era una señora muy dulce y su voz era tan suave como la espuma y con ese cantadito al hablar, propio de los habitantes de esa ciudad. Esa sonrisita que cargaba en sus resecos y delgados labios, le agradaba a la jovencita. Una buena noticia le traería.
-Al teléfono, Anaís, tienes una llamada.
viernes, 10 de septiembre de 2010
ROMPIENDO CRISTALES
sábado, 31 de julio de 2010
TENGO MIEDO DE OLVIDAR.
Cuando mis hijas eran pequeñas les tenía prohibido entrar a la cocina, temía que se cortaran, que se quemaran, le tenía pánico a algún accidente doméstico. Recuerdo cuando mis niñas eran chiquitas, tenían cuatro y tres años, llegué a casa y la más pequeña no estaba, mi madre la había llevado al hospital porque accidentalmente cayó de la hamaca pero en el piso había una pequeña cosita, un cortauñas o algo así, su quijadita cayó allí y se cortó. Fui al hospital y le habían agarrado tres puntos. En otra ocasión, llegué a casa en un taxi y la señora que las cuidaba la tenía sentadita en sus piernas a la niña más grande. La vi llorando. La señora me dice "espere que no se vaya el taxi, tiene que llevar a la niña al hospital". ¿Qué pasó? Le pregunté angustiada y corrí hasta ella. "Es que se cayó en el patio y allí ha habido un vidrio y se cortó su dedito gordo del pie. Sangraba mucho, pero llamamos a su prima y ella rellenó la herida con sulfatiazol molido y se detuvo la hemorragia". Monté a la niña en el taxi y fui al hospital. El médico lavó la herida y se asustó al ver su profundidad y se admiró por qué no había sangrado mucho. El dijo: "Su prima fue inteligente al rellenar la herida con sulfatiazol molido, ello retuvo la hemorragia, de no ser así hubiese derramado muchísima sangre.
Una mañana coloqué a mis dos niñas en la parte trasera del vehículo, ésta era una camioneta abierta, con balde. Creí que ellas irían muy bien allí. Tendrían nueve y ocho años. Era una época de Carnaval. Ellas estaban quietitas atrás, pero contentas, vivía en un pequeño pueblo un poco tranquilo. Pero ¿Qué locura dejar a un par de niñas solas atrás en el balde de una camioneta?. Mi hermano conducía, detuvo el carro para comprar unos globos, luego me subí , ya me había sentado y cerrado la puerta pero las niñas de atrás me gritaban "Queremos los globos". "Dános los globos". Yo dije "Ah, verdad, los globos". Saqué mi brazo para dárselos, pero la más pequeña que estaba más atrás de la otra quiere ganar primero a agarrar la bolsita de los globos y pierde el equilibrio y cae a la calle, al pavimento, de cara, y yo grité como loca y de los nervios no podía abrir la puerta y mi hermano que era quien conducía y había estado a punto de arrancar, se bajó y corrió a levantarla, yo también salí y cargué a la niña adolorida. Coloqué a la otra niña adelante y coloqué a mi pequeña entre mis brazos, pero ella se quejaba un poco. Yo imaginé lo peor. Llegamos al hospital a hacerle todos los exámenes pertinentes. El médico dijo que no había fractura, que sólo era golpe en el pómulo y este se hincharía, pero eso era normal. Ese accidente no tuvo graves consecuencias. Mi hijita tuvo suerte.
Otro día que llegué a casa mi niña se había quemado su brazo con sopa caliente. Pero ¿A quién se le ocurre servir sopa caliente a los niños?. La pequeña se levantó inesperadamente de su silla, mientras la joven que las cuidaba servía la sopa y se le derramó en el bracito. Mi hija tenía unas bombas gigantes. El médico dijo que era una quemadura leve. Por todos estos casos y cientos de accidentes caseros, o en la calle, o donde sea, yo me volví obsesiva en precauciones que a veces siento que caigo mal a las personas. Les digo: al subir y bajar de un bus tengan mucho cuidado. Un sobrino iba camino al colegio, se bajó de un bus rápidamente y cayó. El bus estaba empezando a arrancar, él sacó velozmente sus pies que se hallaban debajo de las llantas y apenas una de ellas le agarró su tobillo y fue llevado al hospital. Conozco de gente que por bajar rápidamente de un bus se ha fracturado. Un día le dije a mi hija mayor cuando estaba en la universidad: "No lleves esos lentes así colocados en la blusa", a veces se los colocaba allí. Le decía: "Un día se te pueden caer en la calle, te vas a lastimar, se te van a perder. Cuida esos lentes". Ella caminaba cerca de la casa y llevaba los lentes colocados en la blusa, ella tropieza en la alcantarilla que tiene rejillas en el piso y sus lentes cayeron dentro. Me acusó a mí.
Bueno el caso es que siendo tan precavida, ahora me estoy olvidando de cosas esenciales. Siento que mi memoria está haciéndome una buena jugada. Entonces pienso que los años golpean , a mis cincuenta ya he entrado a la edad de la menopausia y debe ser por eso que estoy olvidando ciertas cosas. Les comento: Entro a la cocina, prendo la hornilla para parar una olla. Suena el teléfono, voy a atender, sin apagar la hornilla, la dejo encendida, por varios minutos. Luego me entretengo en otra cosa y cuando me doy cuenta dejé la hornilla prendida por muchos minutos. Igual me sucede con el agua, dejo abierta la llave, me olvido cerrarla, yo, que soy una defensora de cuidar el planeta. No sé si eso sea normal. Entro a una habitación por algo importante y no lo recuerdo y me regreso porque se me olvidó a lo que iba. Tengo miedo de un día sentarme a la computadora y no saber qué hacer allí, porque he olvidado mis enormes deseos de leer y escribir. Ni siquiera quiero pensar que puedo olvidar la serie de novelas que tengo escritas a punto de terminar y me da pánico saber que si las olvido jamás podré publicarlas, porque ellas son mi inspiración y solo yo puedo darles un auténtico final. Tengo miedo de mirar la guitarra y no saber como colocar los dedos para tocar una nota o entonar una de mis canciones.Tengo miedo de olvidar el gran deseo que tengo de un día conocer París, de conocer de cerca el Canaima y El Salto Angel, el Machu Picchu, Las Pirámides Aztecas.Tengo miedo de olvidar a mis grandes amigas y amigos, que son muy pocos pero que aprecio. Tengo miedo de olvidar la belleza de este mundo. Las grandes cosas que he visto y las maravillosas enseñanzas que la vida me ha dado. Tengo miedo de olvidar las bellas pinturas de Frida Kahlo y aquellas que mi esposo pinta.Tengo miedo de olvidar la existencia de Dios, de olvidar a mi familia. Tengo miedo de olvidarme a mi misma.
sábado, 17 de julio de 2010
PASEANDO POR LA PLAYA
domingo, 20 de junio de 2010
FRIO EN LA MONTAÑA: neblina, belleza y regocijo
Para subir a la montaña debes hacerlo en teleférico, en los trencitos voladores, que ahora sé que se llaman funiculares, donde caben sólo de seis a ocho personas. Ese viaje es para disfrutarlo en grande porque vas mirando la enorme ciudad y desde allí la vista es espectacular.
miércoles, 2 de junio de 2010
EL BILLETE DE DIEZ MIL
Mi niña estaba lista para ir al colegio, ya estábamos dentro del ascensor y ella me recuerda que debía llevar diez mil bolívares para una tarjeta o algo así, que la profesora había solicitado y manifestó que ese era el último día que tenía de chance para entregar ese dinero. Yo, honestamente, aquel momento tenía en mi casa sólo los diez mil, en efectivo. Aquella mañana, antes de bajar en el ascensor llevaba conmigo, el llavero y dentro de mi mano, el billete de diez mil. Mi hija y yo caminamos hacia el colegio. A mitad de camino, me doy cuenta que el billete no lo tenía en la mano, sólo el llavero. Sabía que se me había caído en la calle, porque cuando cerré la puerta principal del edicificio ví en mi mano el dinero. Entonces, me preocupé tanto porque debía regresar a buscarlo y la puerta de entrada del colegio la cerrarrían si no llegaba a tiempo, me faltaba por recorrer un poco menos de una cuadra. Pensé: voy a dejar a la niña y regreso a buscar el billete, a ver si lo encuentro y voy a entregárselo luego a la maestra.
Estaba muy molesta conmigo misma, por mi torpeza. Sinceramente no contaba con más dinero esa mañana y dudaba que lo pudiese encontrar, pero entonces, me propuse pensar que debía tener ese billete en mi mano y que necesitaba encontrarlo. Y ¿Qué es lo que uno dice primero cuando está en problemas? Ay, Dios mío, ayúdame. Sí, yo también lo dije. Estaba a punto de llegar a la puerta de la casa y no aparecía el billete por ningún lado, entonces, una señora que vive en el edicifio pasaba por ahí en recorrido contrario. Y me pregunta: "Señora Ana María ¿qué se le ha perdido? ¿se le perdió plata?. Le dije: "sí, mira se me perdió un billete de diez mil que llevaba al colegio, mi niña los necesita ahorita mismo". Me doy la vuelta y camino con ella para seguirlo buscando y le dije: "Ayúdame a ver en el piso, talvez en tus ojos aparezca, porque yo no lo encuentro, seguro ya alguien se lo encontró, pero es que necesito el billete". Le iba diciendo. "No se ve por ninguna parte dinero en el piso". Me dice ella. De repente, mis ojos alcanzan a divisar a unos tres metros una pequeña carterita con tela color verde oliva, de militar, yo había pasado antes por ahí y no la había visto, porque estoy segura que allí no estaba. Ella también la vio, y yo caminé rápido hacia la carterita y le digo a ella: "Dios mío, cómo quisiera que en esta carterita esté mi billete de diez mil". La agarré, tenía un broche o corchete y estaba algo gordita. Les comento que antes de abrir ese broche sentí algo muy extraño dentro de mí. Abrí nerviosamente la carterita. Miré dentro de ella y lo primero que saqué fue un llavero hecho de algunas monedas, una cédula de una mujer y muy al fondo un billete muy doblado. Le dije: "Hay un billete". Ella me dijo, "Mentira". Mientras desdoblaba el billete miré a mi amiga, que también estaba bastante sorprendida. "Es un billete de diez mil: Le dije. "Oh, señora Ana María ¿qué significa esto?", me dijo. "No lo sé", le respondí, bajito. Yo me había impresionado tanto que mis ojos se aguaron por las lágrimas. No era de la emoción de haber encontrado el billete, sino de la forma cómo apareció en mis manos. Percibí que la naturaleza había hecho algo grandioso, ese instante. Yo sólo dije: Gracias, Dios mío. y corrí al colegio a entregar el billete a la maestra.
Cuando regresé, mi amiga me estaba esperando en la puerta del edificio, entonces las dos revisamos la cédula, tenía algunos años de vencida y pertenecía a una señora de apellido Rondón y de nombre Gioconda, como la obra de Leonardo Da Vinci, o como Gioconda Espina, una feminista intelectual venezolana. Hasta ahora conservo el llavero, la cédula y la carterita. No sé si a ustedes les ha sucedido algo tan sorprendente, pero este suceso para mí es una de las cosas más asombrosas que me ha pasado en la vida, entonces creo en la tesis de que si tu te visualizas en obtener algo, lo vas a conseguir, lo deseas tanto que la naturaleza, o sea Dios se encarga de ayudarte a realizar ese deseo. A lo mejor alguien piense que sólo fue una perfecta coincidencia.
domingo, 30 de mayo de 2010
TE PIDO PERDON MI QUERIDO BLOG
Que un hijo haga la primera comunión hoy en día se ha vuelto un derroche de dinero, un traje para una niña por lo menos está alrededor de mil bolívares fuertes, y ¿los tocados en el cabello?, ¿los zapatos?, ¿los accesorios blancos?, ¿Y la fiesta?, ¿la torta?, ¿las invitaciones?, ¿los recuerdos?. Les digo conmigo gastos tan grandes no van, es un traje sencillo pero elegante, zapatos económicos, pero que se ven bien. Una comida sencilla pero deliciosa, y una torta que en casa la hacemos y la pasamos bien todos, tomándonos fotos, riendo y muy contentos. Y para evitar mucho ajetreo, platos desechables.
Puedo deducir fácilmente que estos actos religiosos se han vuelto muy comerciales. No creo que realmente uno esté tan ansioso y feliz porque su hijo o hija vaya a recibir a Jesús en su corazón por primera vez a través del cáliz y la hostia, yo pienso que estamos preocupados más por el traje, creo que más por el de la niña, porque incluye muchos detalles, queremos verla como una muñequita de pastel, como una princesita, muy adornadita para que en las fotos salga bella. También nos preocupamos por la recepción y ésta por más pequeña que sea tiene que quedar buena y requiere de gastos. Soy honesta me sumo a esta lista. Es por eso que tenemos que enmendar un poco. Sería bueno que en la recepción haya un momento de reflexión y con la familia reunida se pueda dar lectura de salmos, por ejemplo,que son muy instructivos, y se le puede explicar al niño el ¿porqué de la vela encendida?. Mi hija me preguntó, ahora después de la comunión. ¿Para qué debíamos llevar velas? . Yo no sabía el significado de la vela encendida, lo admito. Tuve que investigarlo. Y recuerdo aquel día en que la catequista principal o la jefa, sólo dijo: !ah¡, representantes, no se olviden de darle la vela al niño, debe ser blanca. Si mi hija me preguntaba era también porque nadie le explicó durante la catequesis. Tuve que investigarlo y ahora sé que la luz de la vela es la presencia de Jesús que empieza a iluminar el camino de los niños toda la vida hasta la eternidad. Creo que es bueno sembrar la fe en los niños, independientemente de la religión que sea. La Biblia es para todos. Punto, no me voy a extender en este tema.
Desde hace días que tengo preparado el siguiente capítulo de mi historia en una tierra lejana, ya lo he editado y voy a enviarlo ahora mismo.
miércoles, 26 de mayo de 2010
En una tierra lejana: "LLEGADA DE LOS ULTIMOS CADÁVERES" (13)
Era una mañana fría, o quizás, para mí lo era porque todavía mi piel parecía conservar esa frialdad que emanan las morgues y que te llegan hasta los huesos, pese a que sólo había observado los cadáveres desde la parte exterior. Me encontraba en el colegio, en el salón de clases. Mi cuerpo temblaba de los nervios y por ese misterioso frío. A cada momento percibía que se me escapaba la concentración en lo que estaba haciendo, pese a hacer todos los esfuerzos por mantener el control, tratando de reducir la zozobra en que se encontraban los alumnos, por causa del accidente.
Mientras los estudiantes estaban anotando en su cuaderno algo que escribí en la pizarra, me senté y me vino a la memoria un recuerdo muy triste vivido en una morgue en la época en que estudiaba en la universidad de aquella hermosa ciudad que tanto me gusta nombrar: Cuenca, Atenas del Ecuador. Aquella joven estudiante simpática, mi vecina de cuarto en la casa donde vivía y que una vez estaba de candidata para reina de su pueblo, habiendo ganado el reinado gracias a unas serenatas que dimos, tenía grave a su hermanito de doce años en el hospital por un hecho tan lamentable y por un descuido fatal. Su madre le dio una cucharadita de vitamina aquella mañana antes de ir al colegio y por error, equivocó el frasco y agarró uno que contenía un veneno mortífero para las garrapatas del ganado y caballos que tenían en su hacienda. El niño devolvió todo el líquido que ingirió por su horrible sabor, entonces su madre angustiada se percata que no se trataba de la vitamina y lo lleva con urgencia a centro médico del pueblo, pero de allí lo envian a la ciudad de Cuenca para ser ingresado en el hospital por síntomas de posible envenenamiento. Del pueblo a la ciudad quedaba un poco más de dos horas. Los médicos actuaron de inmediato, hicieron todo lo que la ciencia les pudo permitir hacer para salvarlo, pero aquel hermoso niño se fue, partió, inevitablemente. Lo conocí de cerca y me afectó.
Era de madrugada cuando acompañé a mi amiga a la morgue a retirar el cuerpo de su hermano y no recordaban en cuál gaveta lo habían colocado y nosotras dentro con unas enfermeras presenciamos como iban sacando las gavetas y levantando las sábanas blancas en busca del niño. Le pedía a ella que no mirara pero ella quería ver. Yo sospechaba que cuando mirase a su hermanito se iba a impresionar mucho. Al fin lo encontraron. Para las dos fue una fuerte impresión, pero debió ser mayor para ella, fue un ser de su sangre. Entonces ahora entendía por qué ella también quería mirar. No era por una cuestión morbosa, quizás; deduzco que me estaba sucediendo lo mismo a mí, mientras no vea el cuerpo con mis propios ojos no iba a creer que mi sobrino había fallecido.
Aquella noche no pude dormir, no podía borrarme de la mente la expresión del rostro del pequeño y todo lo que vi en la morgue. En aquellos momentos imaginaba a mi amiga recibiendo un ramo de flores y caminando feliz en el escenario siendo aplaudida por la multitud, luego de haber sido coronada reina del pueblo. Y entonces, me la imaginaba triste cargando flores pero camino al cementerio. Resultaba tan contradictorio. Y yo siempre tengo debilidad por pensar en los contrastes, así como en algún momento recordé ver a mi sobrino emocionado luego de abordar el avión cuando viajamos los dos con mis niñas hacia el pueblo y entonces luego lo imaginaba angustiado en el momento del accidente dentro del mismo avión. En fin, no es mi culpa que la vida sea una constante contradicción de cosas y de hechos, solo sé que con ella tenemos que convivir y luchar por sobrevivir. Estaba envuelta en esos pensamientos cuando se escuchó el sonido de un helicóptero muy cerca de nosotros, de pronto el ruido se volvió ensordecedor. Todos salimos y detectamos que el aparato estaba descendiendo en el patio del colegio. Alumnos y maestros corrieron hasta el sitio donde estaba asentándose el helicóptero. Yo creo que fui la primera. Entonces comenzaron a bajar el primer cuerpo de este último grupo, completando así la lista de pasajeros y tripulantes que habían abordado el avión que eran veinticuatro. Los iban a trasladar a la morgue del hospital que quedaba al frente del colegio, para posteriormente enviarlos a su lugar de origen.
Descendían la primera bolsa negra y yo me acerqué y entonces, algo así como una sensación de pánico me envolvió, en un primer momento, pero, de inmediato, y por unos segundos me sentí como estar en medio de una atmósfera diáfana y divina, era como que me cubrió un halo reluciente y todo parecía moverse en cámara lenta. Me sucedía esto mientras veía el cuerpo que bajaban. Lo vi, era él, mi sobrino. Vi su frente y su cabello y lo reconocí de inmediato. Su frente era inconfundible porque tenía dos entradas muy notorias. Después, recuerdo me vino un llanto imparable, unas maestras me sostuvieron, porque me sentí algo desfallecida, pero, saqué fortaleza de algún lugar y fui siguiendo a los militares, cuando llegué al hospital, me permitieron ver el cuerpo, entonces vi que lo habían colocado en el piso, lo habían sacado de la bolsa negra y habían puesto una tela blanca en la parte de su pecho, desde su cuello. Me acerqué a él. Parecía estar sólo dormido, con sus ojitos cerrados, no había perdido el color tostado de su piel. Sus piernas presentaba fracturas en las piernas, llevaba puesto un pantalón jean y tenía también unos zapatos tipo deportivo, que eran de gamuza marrón claro. Pude ver sus manos y uno de sus brazos, por un costado de la tela blanca; no vi sangre en él.
Seguidamente trajeron bolsas negras pequeñas, creo eran unas cuatro y de ellas sacaron cuerpos de niñas y niños, me dio tanta impresión ver infantes fallecidos. Apenas estaban empezando a vivir y ya el destino les cegaba sus vidas de manera implacable. Comentaron que eran niños extranjeros que viajaban con sus padres y más familia para las fiestas del pueblo que se acercaba, habían sido gitanos, aquellos que se ganan la vida leyendo la suerte a través de las líneas de las manos. Había una pareja de arqueólogos extranjeros también. Por la noche los cuerpos fueron velados . Asistieron muchas personas y rezaron el acostumbrado rosario, en medio de la penumbra, siendo solo alumbrados con la luz de las velas. Y al día siguiente en ataúdes confeccionados rústicamente y apresurados serían trasladados a la ciudad para ser entregados a sus respectivos familiares. Fueron unos días de suprema angustia. Mi sobrino entregó su vida al destino, por amor. Siempre lo voy a extrañar. Era un maravilloso ser humano.
A su paso fue dejando una huella indeleble que nadie podrá olvidar.
martes, 25 de mayo de 2010
ATRAPADA
¿Cómo escapar de aquellos gruesos barrotes
que le implantó el destino?.
¿Cómo escapar de aquella cárcel
que la invitaba a seguir allí,
con sus anhelos extinguidos,
con su espíritu debilitado y
con su mágico sueño
disperso en el espacio?.
¿Cómo destruir aquellos toscos barrotes,
sin contar con la fuerza requerida,
ni la esperanza enaltecida
y con el corazón carente
de una milésima partícula de ilusión
para poder disfrutar la libertad?.
jueves, 13 de mayo de 2010
En una Tierra Lejana: ENCONTRARON RESTOS DEL AVION (12)
Al día siguiente salí a la panadería y pasé por el almacén de calzado de la señora mayor, mi vecina, que el día anterior lloraba desconsolada por su esposo, sentada en el corredorcito, creyendo que él había abordado el avión. Más ahora, había abierto su almacén y estaba algo sonriente. Me le acerqué y vi que no lloraba, ella me vio y también se me acercó. Le pregunté:
-¿Qué ha pasado? Ya no está llorando.
-Es que ya he visto la lista de pasajeros y mi esposo no viajó en el avión.
-¡Qué bien! -Le dije.
-¿Y usted? ¿Por qué está triste? Por qué tiene los ojos rojos? Parece que ha llorado mucho.
-Es que me enteré ayer que mi sobrino venía en el avión.
Casi se me parte el corazón cuando dije esto y lloré inevitablemente y ella me abrazó.
Cómo era posible que se hayan invertido los papeles así de pronto de un día para otro. El día anterior, la que lloraba era ella, mientas yo ignoraba que mi sobrino era uno de los pasajeros.
Un poco más tarde me hallaba en el patio recogiendo una ropa del cordel cuando escuché gritos escandalosos de la gente, sobre todo se oían voces de niños diciendo: Está llegando un helicóptero, traen los cadáveres del avión. De pronto igual que si fuese una estampida bajaban las personas por las angostas y largas calles del pueblo hasta llegar a la pista de aterrizaje. Había dejado de hacer lo que estaba haciendo y también me encontraba en medio de la gente, yo no iba por curiosidad como iban los demás, porque tenía mis fuertes razones para estar ahí.
Cuando llegué a la pista de aterrizaje el helicóptero de rescate apenas estaba descendiendo. Luego abrieron las puertas y comenzaron a salir unos militares. Desde afuera se podían ver unas bolsas negras, indudablemente, lo que había dentro debían ser cuerpos. Yo, no sé como sucedió, pero una fuerza sobrehumana, podría llamarlo así, hizo que a toda velocidad subiera por las escaleras del helicóptero y destapara una bolsa con rapidez. Mientras los militares trataban de impedirlo. Mi angustia era saber si allí dentro de una de esas bolsas negras estaba el cuerpo de mi sobrino, pero así con esa velocidad que les digo, abrí la bolsa y mientras ellos me sujetaron pude ver el contenido de ella, que no lo he podido olvidar: Era un hombre sin cabeza, tenía el cuello bañado en sangre. Vi eso y los militares me bajaron y a tiempo porque corrí a vomitar. Aquello fue horrible y desesperante. Ese era un señor grueso. No era mi sobrino.
Luego a los cuatro cuerpos los montaron en un carro de militares y fueron llevados a la morgue del hospital que se hallaba muy cerca. Entonces fui corriendo también para allá. No permitían entrar a nadie, pero una alumna mía, que estudiaba en la sección nocturna, era enfermera, me dejó pasar. Entré y desde un lugar discreto vi como bajaban los cadáveres, y eran colocados en el piso. Fue tan impresionante. Luego los montaban uno a uno en una camilla, sitio donde les daban un tratamiento, me imagino que debió ser el material que usan para evitar la pronta descomposición: el formol. Mi sobrino no era ninguno de ellos. Aguardaba la esperanza de que haya sobrevivido, se habían dado casos y quería pensar que él estaba por ahí, un poquito lastimado, pero vivo y que pronto lo encontraríamos. Mientras no viese su cuerpo con mis propios ojos, no me resignaba a creer que había fallecido.
Luego fui a casa y un poco más tarde sucedió el mismo hecho, los gritos, la estampida, la carrera hacia el hospital. Con mi corazón muerto de angustia, observé los cuatro cadáveres más, tampoco estaba ahí mi sobrino. Mi esperanza seguía creciendo.
jueves, 6 de mayo de 2010
En una tierra lejana; EL INSTANTE TRÁGICO (11)
Caminaba a paso ligero por la callecita hacia abajo para llegar a tiempo a mi institución educativa. Más a menos a mitad de cuadra había un almacén de ropa y calzado, los dueños eran unas personas muy sencillas y un poco mayores. Eran muy amables conmigo. Al pasar por allí, me sorprendió ver a la propietaria del almacén, en el corredorcito, sentada llorando como una niña. Mi prisa, podía esperar. Decidí acercarme a ella intrigada y preocupada.
-¿Por qué está llorando señora?. -Le interrogué.
- Es que mi esposo viajó en el avión hace dos días a la ciudad, y hoy debía volver en el vuelo de este medio día y aún no ha llegado.
-¿Cómo?.- Le dije. ¿Qué ha pasado con el avión? ¿Por qué no ha llegado?
-No lo sé aún, no sé ninguna noticia. Solo sé que el vuelo de la semana de regreso es hoy y el avión no ha llegado. Entonces pienso que se accidentó y mi esposo venía en él.
-¡Dios mío!.-Dije.
Me dio mucho dolor verla llorar así, pero traté de controlarme y la consolé.
-Tranquila, señora, no se angustie, seguramente hoy no hubo vuelo. Ya verá que mañana el avión llega y su esposo vendrá en él. No llore más. Que todo estará bien.
La tranquilicé de alguna manera y continué con mi camino al colegio. Cuando llegué, también se habían extrañado que el avión no hubiere llegado.
A mi regreso a casa, por la noche, le pregunté a mi hermano si sabía algo del avión. Me dijo que estaban a la espera de saber efectivamente si el avión había despegado del aeropuerto al medio día. La comunicación era pésima. El trabajaba en el banco y su amigo, al que yo le había cortado el cabello hace días, trabajaba con el sistema de comunicación telegráfica, pero aun no recibían noticias.
Al día siguiente en el colegio ya se habían enterado que había llegado un telegrama de la torre de control del aeropuerto de la ciudad y que afirmaban que el avión había despegado el día anterior al mediodía y que figuraba como desaparecido. Aquella noticia me paralizó, cuando fui a casa, pasé por el banco y verifiqué con mi hermano y me dijo que sí, que todo era cierto, el avión no aparecía. Me dijo además que estaban tratando de conseguir la lista de pasajeros pero no era posible. Antes de llegar a casa me acerqué hasta mi señora vecina que seguía llorando. Había cerrado su negocio y estaba siempre afuera, esperando por una buena noticia. Ella ya se había enterado lo del avión y no había manera de pararle su llanto. Me enterneció tanto que le ofrecí mi regazo, entonces extrañé mucho a mi madre. Recordé cuando ella también lloraba luego de que mi padre había fallecido en un carro que se volcó en el que viajaban los dos, afortunadamente, mi madre se salvó. Ella sufrió mucho y también fue un duro golpe para mí, porque tenía dieciséis años y era la consentida de mi padre. Habían pasado diez años de aquel terrible accidente y me vino todo a la memoria, cual si fuera una película.
Un poco más tarde, vi que las muchachas, hijas del propietario de la casa, caminaban algo nerviosas y corredizas. Me extrañó. Luego me encontré con mi hermano y mi cuñada y los vi también algo afligidos. ¿Qué sucede? ¿También están preocupados por lo del avión?.Les pregunté. Asintieron con la cabeza y dijeron: No sólo eso. ¿Qué sucede? ¿Qué pasa?. Interrogué otra vez. "No queríamos decírtelo porque no tenemos una certeza, pero las muchachas nos acaban de decir, hace un momento, que nuestro sobrino estaba por venir en estos días". ¿Qué?. Reaccioné alterada. Era como si me hubiesen lanzado un balde de agua fría. ¿Por qué no me lo dijeron? ¿Cómo lo sabían?. "El le había escrito una carta a su novia, diciéndole que venía para acá a pedir su mano para casarse". Me dijo mi cuñada. Yo había presenciado el día en que esta muchacha, su noviecita, había viajado a la ciudad, en este último vuelo. Ella no se encontraba en el pueblo, aun habiendo recibido su carta, aquello no entendía ¿por qué viajó? y corrí a buscar a las hermanas para que me lo explicaran. -(El romance de mi sobrino con la muchacha bonita del pueblo lo escribí en las entradas que titulan UN AMOR DE VERANO)-.
"Ella recibió la carta". "Pero tenía miedo de casarse por ahora". Me dijeron sus hermanas. Es por esto que ella había decidido viajar para ir a buscarlo al lugar donde vive, o sea a la casa de mi madre, para decirle que todavía ella no quería que hablase con su familia. Iba a pedirle que esperara un poco para casarse. También me dijeron que su hermana estaba muy enamorada de mi sobrino pero tenía miedo al matrimonio, porque era todavía muy jovencita. Yo les reproché, el porqué habían ocultado lo de la carta, para enviarle un telegrama a él y decirle que no se le ocurra venir porque su novia no estaba en el pueblo. Sólo fue una torpeza de las niñas el no comentárnoslo. Se estaban lamentando ahora por no haberlo hecho, y estaban llorando sólo por la sospecha de que él hubiese tomado el avión que se había desaparecido. Les pedí que me permitieran leer la carta, cuando la recibí en mi mano, sentí un temblor en mis dedos. Un presentimiento muy cruel se apoderó de mí. La leí en silencio, palabra por palabra, era muy tierna, con todas esas palabras bellas que dicen los que están verdaderamente enamorados. En ella también decía que venía trayendo unos peluches para mis niñas, aquello me conmovió y lloré. Luego les entregué la carta y salí de esa habitación. Sentí que me ahogaba, ya me había transformado. Me sentí desesperada. Corrí a mi habitación y abracé a mis hijas en medio de una horrible sensación. Es esa incertidumbre de no saber nada, de mantenerse incomunicado. Necesitaba saber ¿qué había pasado con el avión?, quería tener en mis manos esa lista de pasajeros y verificar que en verdad el nombre de mi amado sobrino no estaba en ella.
Habían pasado dos días y una mañana que iba camino al colegio, apresurada, escucho el grito de mi hermano tras de mí, llamándome y corriendo. "Anamaría, espera", "Anamaría, espera". Me detuve, volteé, y le pregunté así mismo gritando ¿Qué pasa? . Y gritó "Nuestro sobrino Jorge viajaba en el avión". "Noooooo" Grité. El vino hasta mí también llorando y entregó en mis manos la lista de pasajeros. Lo leí. Su nombre estaba en la primera fila. Fue el pasajero numero uno. No lo podía creer. Grité y lloré en la calle. Mi hermano trataba de calmarme, yo no me podía controlar. La gente nos miraba con curiosidad, a mí nada me importaba. Finalmente, decidí ir al colegio a pedir permiso y comunicar a mi cuñada que también se hallaba dando clases. Fui llorando por el camino y lo primero que hice fue ir al Rectorado. Entré a la oficina y mi rector se sorpendió al verme en ese estado y espontáneamente él se acercó hacia mí y me ofreció su regazo para llorar. Me sentí tan protegida entre sus brazos. Fue tan hermoso ese momento. Desde hacía días que él y yo intentábamos acercarnos y tuvo que surgir un motivo trágico para tener nuestro primer contacto afectivo, pero fue muy bello saber que alguien me estaba esperando con ansias para darme una caricia. Recuerdo que secó con sus dedos mis lágrimas y besó mi rostro aun húmedo, con tanto ternura. Trató de calmarme y me dijo que fuera a casa y que lleve a mi cuñada, que nos daba permiso por dos días. Fue muy amable, me acompañó hasta el salón donde ella estaba dando clases. En cuanto supo mi cuñada de la terrible noticia también lloró y fuimos a casa. Ahora sólo teníamos que esperar.
miércoles, 5 de mayo de 2010
MIS PRINCESITAS
martes, 4 de mayo de 2010
En una tierra lejana: CONQUISTANDO CON MI GUITARRA (10)
Retomando el tema de la reunión, ésta se dio y en ella el rector nos expuso que era necesario realizar alguna actividad importante para recoger fondos en miras de realizar un aumento en la infraestructura del plantel. Entonces me vino a la memoria un evento muy agradable que viví durante mi época de estudiante universitaria: una compañera nos invitó a un grupo de amigas a la casa de sus padres un fin de semana y ésta quedaba, más o menos, a unas tres horas de la bella ciudad de Cuenca, donde estudiábamos. El pueblo se llamaba San Fernando. Ella era muy bonita y estaba de candidata a reina de ese lugar y decidimos dar unas serenatas para obtener fondos, recaudamos tanto que ella resultó ganadora. Entonces, de inmediato, levanté mi mano y propuse a los maestros que diéramos unas serenatas. “Visitaríamos hogares de las personas más pudientes de la zona y como la serenata será tan buena nos lanzarán el billete que necesitamos”. Les dije. “Pero, no podríamos porque sólo un profesor es el único que toca guitarra”. Dijeron por ahí. Yo les informé que tenía una guitarra y también podría contribuir tocando y cantando. Todos se quedaron sorprendidos. Todo podían imaginar menos que la psicóloga fuese cantante. Todos aceptaron por unanimidad.
Y salimos alrededor de unas treinta personas a dar nuestras serenatas en la fecha señalada. Fue una noche muy divertida. Cuando se trata de música, parece que surge nuestro otro yo a rescatarnos de la rutina, es igual que transportarnos a otro mundo, y tratándose de nuestra serenata, era como cruzar de lo formal a lo informal: risas exageradas, palabras atrevidas, las que uno no puede decir durante la jornada de trabajo, porque debes cuidar tu lenguaje de educador(a), eres el ejemplo que tus discípulos deben seguir. De vez en cuando bebíamos un sorbo de aguardiente con canela caliente, sabroso, muy sabroso. Con el exquisito sonido de las cuerdas de una guitarra a media noche y cantando baladas de José Luis Perales, como "El amor", "Marinero de Luces", "Si tu te vas", o aquellas bellas canciones de Emilio José como "Nuestra playa", que bien deben recordarla ahora con nostalgia, estoy segura: "La playa se ha dormido en tu silencio, las olas ya no vienen a suspirar, triste se queda el tiempo sin tu presente, tristes suenan las notas de mi cantar", hermosos boleros de Roberto Cantoral, "El reloj", "La barca", pasillos maravillosos de los Hermanos Villamar, Julio Jaramillo… y tan solo, iluminados con la luz de la luna y las luciérnagas que brillaban cerca de nosotros, aquella noche se convirtió en inolvidable. Nadie nunca antes había dado una serenata para adquirir fondos. Y obtuvimos una cantidad que sobrepasaba los límites. De pronto me convertí en la niña mimada del colegio y la atracción entre mi rector y yo aumentó. Sólo esperábamos una mínima oportunidad para acercarnos y curar nuestra ansiedad. Parecía difícil. ¿Cómo mantener una relación sentimental en un pueblo tan pequeño sin que la gente dejara de comentar? Ese sería nuestro gran desafío.
viernes, 30 de abril de 2010
LA VIDA SIGUE
Me encontré con estas ideas y quise mostrárselas.
LA VIDA SIGUE.
La vida sigue. Cada segundo que pasa es como el correr desenfrenado de la liebre en busca de un refugio seguro, que huye desesperada de la tormenta gigante que la persigue.
Voy por el camino silencioso de mi mente tratando de avivar en mi memoria los recuerdos que parecían olvidados y que marcaron un hecho trascendental en mi vida.
Voy amontonando las ideas, golpeando en cada puerta de mi pasado para ver si encuentro una razón, para ver si encuentro un vestigio de raíz de la verdad que ahora atormenta a mi vida sin compasión.
¿Por qué el amor se va? ¿Por qué desaparecen de golpe los verdaderos valores y principios de afecto, de solidaridad, de lealtad, de amistad, de hermandad?
¿Por qué de un momento a otro, la vida cambia para mal? ¿Por qué la sensibilidad del corazón poco a poco es reemplazada por la dureza y frialdad de una conducta erosionada y oscura?
¿Por qué planear lastimar al prójimo? ¿Por qué planear herir a los demás sin importar el inmenso daño que ocasiona una actitud malévola?
¿Por qué el demonio aparece de repente para adueñarse de la conducta de las personas, y les roba su conciencia, con una sonrisa satírica y cruel, falseando la verdad?
¿Por qué la conciencia infinita, pura, noble, única, es conquistada fácilmente por maléficas acciones?
Pero la vida sigue. Los pies recorren los distintos caminos que acompañan a los hombres y mujeres de este mundo. Allí continúa el mendigo con su mano extendida, mientras la gente pasa con su paso agigantado. A veces recibe una limosna mal calculada y apresurada.
La vida sigue con sus árboles caídos, con sus raíces sedientas de cariño.
¿Por qué lo que ayer fue amor ahora es odio?
La vida sigue con la esperanza de que lo que hoy es odio, mañana se vuelva amor.
sábado, 24 de abril de 2010
En una tierra lejana; HACIENDO DE PELUQUERA (9)
Mi hermano era muy bromista, reía a cada momento, le encontraba la parte alegre a cualquier cosa. Recuerdo una tarde, a nuestro vecino ambateño comunicarnos que iría al peluquero a hacerse un corte de pelo. A mi hermano se le ocurre decirle que yo cortaba cabello, que era una muy buena peluquera. Le dijo que se dejara cortar por mí. El mismo corrió y consiguió un peine y unas tijeras, al instante. Mi cuñada bailaba el mismo son que él y los dos terminaron por convencer a la pareja de que yo era una excelente peluquera. Yo acepté, ¿Por qué lo hice? No sé, quizás sólo también quería seguirles la corriente, divertirme un poco. Bien, no había marcha atrás, ya me había embarcado en esa canoa y tenía que empezar a remar. Subimos a la otra planta, su esposa quedó abajo. Ya tenía al señor sentado delante mío con la toallita alrededor de su cuello. Respiré hondo y empecé a cortar, no niego que algún mínimo indicio tenía de cómo cortar cabello pero, absolutamente, nada profesional. Rogaba a Dios que sucediera un milagro. No entiendo como mi familia tuvo tanta fuerza de voluntad para contenerse la risa. Sabía que se echaban bromas pesadas entre ellos, pero, advertí que se llevaban muy bien.
El señor decía: "Pásame un espejo, por favor". Mi hermano le decía, No hombre, no hace falta, ¿no confías en mi hermana?. Y ni te lo toques. Va a ser una grande sorpresa, Mi hermana lleva años trabajando como peluquera. "Ay que pena" Me dije y ya estaba arrepentida, el señor confiaba en mí. Claro. Su amigo le podía defraudar, pero yo nó. Y cómo era posible que yo lo estuviera engañando tanto. "Córtale un poquito más. A él le gusta altito" Me decía mi hermano. "Cierto es, me gusta el cabello bien rebajadito". Decía el pobre. En la intimidad de mi pensamiento travieso yo decía "Claro, bien rebajadito, pero bien cortadito".
"Ya es suficiente, el corte ha terminado, ahora sí, mírate en el espejo". Dijo mi hermano. Y el señor se miró en el espejo, y gritó: "Pero ¿qué es esto? ¿Qué han hecho con mi cabeza?. Los dos se reían a carcajadas. Habían estado guardándose todas las ganas de reirse para el final. El señor se enfureció tanto, y dijo que esta broma la pagaría mi hermano. Yo de paso intentaba disculparme. Estaba tan avergonzada que no sabía ni qué decir. Era evidente que él se enfureció con el echador de la broma, nó conmigo.
En aquel pueblo sólo había luz eléctrica hasta las once de la noche, luego se usaban velas. Estaba muy oscuro, mi hermano estaba a punto de bajar la escalera para ir al baño, que quedaba en la planta baja. Iba hablando y haciendo ruidos, con una toalla y cargando una vela, pero se regresa, porque algo se olvidó y yo aprovecho para ganarle el baño y bajo en silencio y apresurada y de debajo de las escaleras de repente, en medio de la oscuridad, me sale al paso un fantasma cubierto con una sábana blanca, haciendo horribles gemidos. Se me atraviesa ya casi al final de la escalera. Yo me espanto horriblemente y pego unos gritos horrendos que bajé con tropiezos los últimos peldaños. Y caí al final, toda retorcida y envuelta en el pánico. Entonces, mi fantasma se quitó la sábana: Era el señor a quien le había trasquilado el cabello el día anterior. El quería vengarse de mi hermano. Se lamentaba tanto por lo sucedido. No esperaba que yo al mismo tiempo estuviese bajando las escaleras. El señor y su esposa lo habían estado vigilando, pero no sospecharon que él se había regresado a traer el jabón y que yo me había adelantado. Yo la pagué bien pagada. Ahora todos se estaban riendo de mí y yo estaba llorando y aun no salía de mi momento de shock. Me lo merecía.
viernes, 23 de abril de 2010
SOLO SE QUE TE AME.
me quedé allí de pie,
casi muda, casi sin vida,
mi mente estaba vacía,
tan vacía como el aire
que sólo pude cerrar mis ojos
y percibir la estela de tu adiós
con el alma herida.
Me puse a revisar los caminos
que contigo recorrí en el pasado,
intentando descubrir cuál fue el error,
el motivo o el defecto
que pudo lastimarte mi ser amado.
Pero sé que soy imperfecta,
como todo ser mortal,
como todo ser humano.
Este momento de soledad,
talvez me lo merezca vida mía,
pero sólo sé que te amé
como nunca antes había amado.
lunes, 19 de abril de 2010
En una tierra lejana: Contin.UN AMOR DE VERANO (8)
Por varios minutos, no vi a mi sobrino y a la linda muchacha. Entonces, caminé por ahí, buscándolos y los divisé. Estaban sentados sobre una piedra grande a la orilla del río, besándose muy apasionadamente. Me sentí preocupada, en verdad, parecía que el amor de esos dos iba para largo. El papá de la muchacha y su hermano mayor aun no lo sabían. Ellos no habían ido con nosotros. Ese amor aun lo mantenían en secreto, claro, sus hermanas estaban enteradas. Ellas eran muy unidas.
Las intenciones de mi sobrino eran buenas, pero temía que con esta relación él fuese a salir lastimado, no se lo merecía. Pero también pensaba en ella, si quien sabe podía salir embarazada, porque si su amor era secreto, no sabía que cosas estaban haciendo a escondidas. Sinceramente creía que lo mejor era que él terminase sus vacaciones y se marchase de regreso a casa para que reanudara sus estudios de ingeniería. Un amor así tan distante quizás los iba a lastimar. Y mi sobrino sólo tenía veinticuatro años. No estaba aun preparado para un matrimonio, pensé.
Terminaron sus vacaciones, pero, desafortunadamente, no había vuelo en esos días, él estaba esperando el avión y para colmo tampoco había transporte terrestre. Yo ya había empezado mis clases y un día que llegué a casa, para mi sorpresa, no lo encontré. Un carro, de improviso, había salido de viaje llevando pasajeros. El no pudo despedirse de mí. Anteriormente le había dado algún dinero, pero no pensé que se fuese a ir así de pronto. Fue inevitable. Sentí un hondo vacío y una lágrima rodó por mi mejilla. Fui hasta la cocina a beber un vaso con agua para tratar de apaciguar un poco el ahogo que empecé a sentir por motivo de su ausencia y allí encontré llorando a su noviecita. La abracé y yo también me sentí bastante vulnerable y lloré con ella. El era una de esas personas que se dejaban querer con facilidad y que dejan huella. Era muy tierno y jovial. Sabía que lo íbamos a extrañar mucho, también mis pequeñas. Y ahora mismo que estoy escribiendo, evocando esos momentos no puedo evitarlo, estoy llorando.
jueves, 15 de abril de 2010
En una tierra lejana: UN AMOR DE VERANO ( 7)
Antes de partir, le agradecí a mi adorada madre, por habernos cobijado a mis hijas y a mí en el momento en que más la habíamos necesitado. Entonces viajamos al aeropuerto con la ayuda de mi hermano, quien nos llevó en su carro. En cuanto llegamos, esperamos muy poco tiempo y luego de despedirnos, abordamos el avión. Era una mañana soleada. Mi sobrino se emocionó tanto puesto que era la primera vez que se montaba en un aeroplano. Iba mirando hacia abajo, sonriente, a través de la ventana. Yo lo miraba feliz y me alegraba mucho que se sintiera así. El iba cargando una niña y yo otra. Parece que él iba hablando con la nena, mostrándole todo lo que veía. El viaje fue muy divertido. Llegamos sin la más mínima dificultad.
Cuando llegamos a la casa grande donde me instalaría, mi sobrino fue presentado a las bellas hijas del propietario. Me dí cuenta, inmediatamente, que una de ellas simpatizó con él. Percibí el cruce de miradas entre la jovencita delgada de diesicéis años de cabello castaño, largo y lacio y mi sobrino, atractivo y gentil . Nos instalamos en dos habitaciones que había rentado con anterioridad. No ofrecía el confort esperado, pero, sin duda, eran aceptables. La cocina me faltaba por conocer. Me sorprendí cuando vi que no había gas. Era una de esas cocinas antiguas donde se montaban unas varillas de hierro atravesadas para que el fuego fluyera después de haber encendido la leña. Pregunté dónde quedaba el almacén de electrodomésticos. Me dijeron que no había negocios de línea blanca,es decir, no vendían neveras, lavadoras, cocinas, porque era imposible traer esas cosas por la inoperabilidad de la vía, por tanto, no había un carro que viaje directo desde la ciudad capital porque un enorme tramo de la carretera faltaba por terminar de construir, aquel por el cual yo había ingresado en mi primer viaje. Todavía estaban frescas en mi memoria las peripecias de la aventura vividas aquel día.
"Está bien " dije, "No me iba a crear problema porque no tenía una cocina con hornillas". Además quien iba a lidiar con ella sería la muchacha que iba a hacer los quehaceres de la casa y la que conseguiría por allí mismo, con seguridad ella ya estará acostumbrada a cocinar con ese sistema. La esperanza era que pronto terminarían la carretera, colocarían los puentes y pasarían los carros con esas mercancías. Durante esos días adquirí lo esencial para vivir. Había ya cobrado mi primer sueldo mensual sin haber aun trabajado, y lo invertí casi todo, en cosas del hogar. Con el transcurso de los días pude darme cuenta que la relación del padre de las muchachas para con ellas era de bastante afecto y confianza. El señor era viudo y vivía sólo de las rentas. Era muy generoso y educado.
Pasaron los días y observé que mi sobrino y la joven habían empezado a tener un idilio. El, un día se sinceró conmigo y me confesó que se había enamorado seriamente de la muchacha y pensaba casarse y llevársela de allí, dijo que terminaría su carrera de ingeniería con el apoyo de sus padres, que la llevaría a vivir a la casa de su papá, mientras tanto, hasta que terminase su carrera y pueda trabajar para poder independizarse. Enfatizó que en cuanto terminen sus vacaciones regresaría a casa y luego vendría a pedir formalmente la mano de la joven. El estaba siendo sincero pero pensé que en cuanto él saliera del pueblo se olvidaría de ella.
En una tierra lejana: EL SEÑOR DE LOS OJOS BONITOS (6)
Al día siguiente de mi llegada a la bella tierra lejana, luego de desayunar, mi cuñada me condujo hacia el colegio donde iba a trabajar. Mi familia vivía en la parte más céntrica del pueblo. Salimos de casa y caminamos por una calle larga descendiente y yo muy curiosa iba mirando todas las construcciones que estaban a mi paso. La mayoría eran casas blancas y de concreto, las más altas llegaban hasta un segundo piso que eran unas cuantas. Habían algunas tiendas y negocios de ropa, de calzado, algunas quincallas y restaurantes. Vi también un hotel y el Banco. Caminamos como unas ocho cuadras más o menos y pude ver desde allí la pista de aterrizaje, mis ojos alcanzaron a ver sólo un avión. Mi cuñada me dijo que ese era el único que había, que en la semana hacía uno o dos viajes hacia el aeropuerto de la ciudad capital de la Provincia, que era donde yo había esperado en vano días anteriores.
A mi costado observé una capilla de color blanco con azul claro, caminamos un poco más y giramos hacia la derecha y seguimos nuestra marcha por una carretera ancha, fueron unas dos cuadras, talvez. Allí a mano izquierda se hallaba el colegio y al frente, o sea al otro costado de la carretera había un grande hospital. Su apariencia lucía muy moderna y elegante. "Ya habrá tiempo después para conocer su interior". Me dije.
Ingresamos al colegio y fuimos caminando por su patio que era muy espacioso. La edificación del plantel educativo mostraba un diseño muy moderno. Seguidamente, llegamos a la oficina de Secretaría. Esta era muy acogedora y estaba adornada con plantas. Alumnos y maestros estaban de vacaciones, pero esta oficina y la del Rectorado laboraban con normalidad. La secretaria fue muy cortés, lo cual me causó una buena impresión, luego ella nos condujo hacia el Rectorado. Allí me presentaron a mi rector para formalizar los documentos de mi nombramiento como Psicóloga-Orientadora. Estreché su mano y me senté frente a su escritorio. Ellas se retiraron y me dejaron sola con él. El era un hombre joven, muy apuesto y educado; vestía pantalón marrón oscuro, una camisa blanca manga larga con corbata. Lucía elegante, pero lo primero que me impresionó de él fueron sus hermosos ojos. Mientras hablábamos sobre el trabajo que a mí me concernía, pude verlos detenidamente y me sentía perturbada cada vez que me miraban. Eran unos ojos grandes y dormidos de color verde con unas pestañas gigantes, sus cejas eran muy negras y espesas, su cabello también negro pero ligeramente ondulado. Su piel era blanca, pero se veía algo bronceada. Ella compaginaba a la perfección con sus bellos ojos verdes.
Hacía mucho tiempo que no me había fijado en un hombre, ya hasta me había olvidado de cómo actuar frente a uno elegante y atractivo como éste que tenía aquí frente a mí. Me impresionó. Siempre me había imaginado que los rectores eran hombres mayores y gordos, no como éste que talvez ni llegaba a los treinta y de contextura más bien, atlética.
El señor de los ojos bonitos me aseguró con su mirada que mi estancia allí en ese pueblo iba a darle un giro emocionante a mi vida. Firmé mi contrato en medio de la torpeza de mis dedos y seguidamente, él volvió a estrechar mi mano para despedirse. Procuré mantener el control de la situación. Pero en ese apretón de manos percibí que, de manera súbita, se había creado un vínculo de atracción entre los dos. Esas cosas se sienten, porque tu corazón comienza a palpitar aceleradamente, unidas a las miradas. Fue un hechizo mágico que me encantó.
Sólo estuve allí en el pueblo un par de días, y por fortuna, mi regreso lo hice en avión, toda vez que éste hacía su vuelo semanal; era pequeño, en él no cabían más de treinta personas. Esta vez estaban ocupados todos los asientos y mi viaje de retorno fue realmente confortable.
domingo, 11 de abril de 2010
¿Y QUÉ DICES?
¿Y qué dices del silencio
y cobija callado
¿Y qué dices de la foto
y me imana de recuerdos
¿Y qué dices de mi voz
que te grita y que te llama,
con la fuerza de este amor
viernes, 9 de abril de 2010
En una tierra lejana: EL FINAL DEL CAMINO (5)
La carretera era bastante rústica y saltábamos de los asientos con frecuencia, por motivos de los baches. De pronto me dí cuenta que estábamos descendiendo. Con la poca luz que restaba de la tarde dirigí mi mirada hacia el fondo, a través de las ventanas polvorientas y observé un río muy hermoso. Era espectacular. Era lo más llamativo y asombroso que había visto en esta zona montañosa. No viene a mi memoria el nombre de ese río, por más que trato, pero me fascinó. Cruzamos un puente ancho de concreto y empezamos a subir de manera zigzagueada la montaña. Estando ya casi en la cima, no podía ver el río, ya el ambiente había sido atrapado por las sombras de la oscuridad. Interrogaba a mis compañeras de viaje: ¿A qué hora vamos a llegar, ya han transcurrido las tres horas, que dijeron?. Me repetían: "tranquila, ya falta poco, tranquila". Era un afán obsesivo por llegar a conocer este pedazo de tierra, rinconcito de la patria, sumado a la necesidad de bañarme, comer algo y descansar.
Ya estábamos llegando a la cima de la montaña cuando el autobús hace un giro para ir al otro de ella y entonces, casi quedo muda por lo que vieron mis ojos. Allí estaba, por fin había llegado a la pequeña tierra lejana. Ella reposaba airosa en la falda de la montaña. Se la veía fascinante, iluminada, esperanzadora. Era como haber encontrado un tesoro después de tanto haberlo buscado. Sí, eso era lo que sentía. Era un momento mágico que capturaba mis sentidos. Aun no sabía qué era lo que me esperaba vivir allí en esa pequeña población, pero estaba deseosa por descubrirlo. Sólo era cuestión de tiempo.