viernes, 30 de abril de 2010

LA VIDA SIGUE

A veces, cuando tenemos en el día ese momento de reflexión escribimos cosas y las guardamos por ahí, o están refundidas en el fondo de una gaveta, y no le damos la importancia que se debiera. De repente, en algún momento se nos ocurre revisar esos apuntes, o por casualidad, mientras buscamos algo, nos topamos con escritos que fueron hechos hace algún tiempo. A veces no recordamos ni la fecha en que los habíamos escrito, o, puede suceder que sí recordamos y decimos ¡Ah!, esto lo escribí aquella noche cuando...! Entonces lo recuerdas. Y dices ¡Oh!, ¿Pero ésto escribí yo?. Es así como revisando unos papeles me conseguí con unas anotaciones que las he hecho no sé en qué fechas y me pareció algo interesante, o quien sabe un poquito más que "algo". Son ideas que me gusta plasmar en un papel, en algún momento de mi vida: cuando voy en un asiento de un bus, cuando estoy en el parque, cuando voy caminando por la calle, cuando estoy en una cola de un banco, o cuando estoy en una sala de espera, etc. Siempre cargo lápiz y papel. E incluso, si estoy en la cocina y me nace una idea, entonces la escribo.
Me encontré con estas ideas y quise mostrárselas.

LA VIDA SIGUE.

La vida sigue. Cada segundo que pasa es como el correr desenfrenado de la liebre en busca de un refugio seguro, que huye desesperada de la tormenta gigante que la persigue.
Voy por el camino silencioso de mi mente tratando de avivar en mi memoria los recuerdos que parecían olvidados y que marcaron un hecho trascendental en mi vida.
Voy amontonando las ideas, golpeando en cada puerta de mi pasado para ver si encuentro una razón, para ver si encuentro un vestigio de raíz de la verdad que ahora atormenta a mi vida sin compasión.
¿Por qué el amor se va? ¿Por qué desaparecen de golpe los verdaderos valores y principios de afecto, de solidaridad, de lealtad, de amistad, de hermandad?
¿Por qué de un momento a otro, la vida cambia para mal? ¿Por qué la sensibilidad del corazón poco a poco es reemplazada por la dureza y frialdad de una conducta erosionada y oscura?
¿Por qué planear lastimar al prójimo? ¿Por qué planear herir a los demás sin importar el inmenso daño que ocasiona una actitud malévola?
¿Por qué el demonio aparece de repente para adueñarse de la conducta de las personas, y les roba su conciencia, con una sonrisa satírica y cruel, falseando la verdad?
¿Por qué la conciencia infinita, pura, noble, única, es conquistada fácilmente por maléficas acciones?
Pero la vida sigue. Los pies recorren los distintos caminos que acompañan a los hombres y mujeres de este mundo. Allí continúa el mendigo con su mano extendida, mientras la gente pasa con su paso agigantado. A veces recibe una limosna mal calculada y apresurada.
La vida sigue con sus árboles caídos, con sus raíces sedientas de cariño.
¿Por qué lo que ayer fue amor ahora es odio?
La vida sigue con la esperanza de que lo que hoy es odio, mañana se vuelva amor.

sábado, 24 de abril de 2010

En una tierra lejana; HACIENDO DE PELUQUERA (9)

Llevaba muy poco tiempo viviendo en aquella tierra lejana y tenía que buscar la manera de adaptarme al nuevo sistema de vida que el destino había colocado en mi camino. "Todo se puede lograr". Me dije. Y más aún, después de haberme convencido que sí podía hacer algunos ahorros por mi trabajo diurno y nocturno, quedándome a vivir allí por algún tiempo. Debía hacerle frente a todo, mirando los puntos positivos y dándole una sonrisa a cualquier inconveniente. Era un lugar acogedor, pero tenía sus carencias, me refiero sobre todo a la ausencia de comunicación, toda vez que considero que ella es la madre del crecimiento y desarrollo de los pueblos. No había teléfono, ni televisión. No se conocía las computadoras. No llegaba la prensa. En ese sentido me sentía un fantasma, pero pronto me adaptaría, confiaba en ello. "Tenía a mis hijas a mi lado, ¿qué me podría importar lo que suceda allá afuera?". Me repetía. Adoptando ese pensamiento era una maravillosa manera de evadir la realidad. Tenía que sonreir.

Mi hermano era muy bromista, reía a cada momento, le encontraba la parte alegre a cualquier cosa. Recuerdo una tarde, a nuestro vecino ambateño comunicarnos que iría al peluquero a hacerse un corte de pelo. A mi hermano se le ocurre decirle que yo cortaba cabello, que era una muy buena peluquera. Le dijo que se dejara cortar por mí. El mismo corrió y consiguió un peine y unas tijeras, al instante. Mi cuñada bailaba el mismo son que él y los dos terminaron por convencer a la pareja de que yo era una excelente peluquera. Yo acepté, ¿Por qué lo hice? No sé, quizás sólo también quería seguirles la corriente, divertirme un poco. Bien, no había marcha atrás, ya me había embarcado en esa canoa y tenía que empezar a remar. Subimos a la otra planta, su esposa quedó abajo. Ya tenía al señor sentado delante mío con la toallita alrededor de su cuello. Respiré hondo y empecé a cortar, no niego que algún mínimo indicio tenía de cómo cortar cabello pero, absolutamente, nada profesional. Rogaba a Dios que sucediera un milagro. No entiendo como mi familia tuvo tanta fuerza de voluntad para contenerse la risa. Sabía que se echaban bromas pesadas entre ellos, pero, advertí que se llevaban muy bien.

El señor decía: "Pásame un espejo, por favor". Mi hermano le decía, No hombre, no hace falta, ¿no confías en mi hermana?. Y ni te lo toques. Va a ser una grande sorpresa, Mi hermana lleva años trabajando como peluquera. "Ay que pena" Me dije y ya estaba arrepentida, el señor confiaba en mí. Claro. Su amigo le podía defraudar, pero yo nó. Y cómo era posible que yo lo estuviera engañando tanto. "Córtale un poquito más. A él le gusta altito" Me decía mi hermano. "Cierto es, me gusta el cabello bien rebajadito". Decía el pobre. En la intimidad de mi pensamiento travieso yo decía "Claro, bien rebajadito, pero bien cortadito".

"Ya es suficiente, el corte ha terminado, ahora sí, mírate en el espejo". Dijo mi hermano. Y el señor se miró en el espejo, y gritó: "Pero ¿qué es esto? ¿Qué han hecho con mi cabeza?. Los dos se reían a carcajadas. Habían estado guardándose todas las ganas de reirse para el final. El señor se enfureció tanto, y dijo que esta broma la pagaría mi hermano. Yo de paso intentaba disculparme. Estaba tan avergonzada que no sabía ni qué decir. Era evidente que él se enfureció con el echador de la broma, nó conmigo.

En aquel pueblo sólo había luz eléctrica hasta las once de la noche, luego se usaban velas. Estaba muy oscuro, mi hermano estaba a punto de bajar la escalera para ir al baño, que quedaba en la planta baja. Iba hablando y haciendo ruidos, con una toalla y cargando una vela, pero se regresa, porque algo se olvidó y yo aprovecho para ganarle el baño y bajo en silencio y apresurada y de debajo de las escaleras de repente, en medio de la oscuridad, me sale al paso un fantasma cubierto con una sábana blanca, haciendo horribles gemidos. Se me atraviesa ya casi al final de la escalera. Yo me espanto horriblemente y pego unos gritos horrendos que bajé con tropiezos los últimos peldaños. Y caí al final, toda retorcida y envuelta en el pánico. Entonces, mi fantasma se quitó la sábana: Era el señor a quien le había trasquilado el cabello el día anterior. El quería vengarse de mi hermano. Se lamentaba tanto por lo sucedido. No esperaba que yo al mismo tiempo estuviese bajando las escaleras. El señor y su esposa lo habían estado vigilando, pero no sospecharon que él se había regresado a traer el jabón y que yo me había adelantado. Yo la pagué bien pagada. Ahora todos se estaban riendo de mí y yo estaba llorando y aun no salía de mi momento de shock. Me lo merecía.

viernes, 23 de abril de 2010

SOLO SE QUE TE AME.


SÓLO SÉ QUE TE AMÉ

Después de aquella despedida
me quedé allí de pie,
casi muda, casi sin vida,
mi mente estaba vacía,
tan vacía como el aire
que sólo pude cerrar mis ojos
y percibir la estela de tu adiós
con el alma herida.

Me puse a revisar los caminos
que contigo recorrí en el pasado,
intentando descubrir cuál fue el error,
el motivo o el defecto
que pudo lastimarte mi ser amado.
Pero sé que soy imperfecta,
como todo ser mortal,
como todo ser humano.

Este momento de soledad,
talvez me lo merezca vida mía,
pero sólo sé que te amé
como nunca antes había amado.

lunes, 19 de abril de 2010

En una tierra lejana: Contin.UN AMOR DE VERANO (8)

Aun recuerdo la primera vez que los vi juntos, después de que ya tenía mis sospechas. Era un día domingo muy temprano cuando decidimos ir de paseo a uno de los ríos más cercanos al pueblo. Fuimos casi todos los que vivíamos en la casa grande. Llevamos comida, trajes de baño, implementos de juego y fuimos caminando. Era algo sorprendente. Dijeron que el río más cercano estaba por aquí mismo y tuvimos que caminar cerca de una hora. Eso para mí era demasiado.


Por varios minutos, no vi a mi sobrino y a la linda muchacha. Entonces, caminé por ahí, buscándolos y los divisé. Estaban sentados sobre una piedra grande a la orilla del río, besándose muy apasionadamente. Me sentí preocupada, en verdad, parecía que el amor de esos dos iba para largo. El papá de la muchacha y su hermano mayor aun no lo sabían. Ellos no habían ido con nosotros. Ese amor aun lo mantenían en secreto, claro, sus hermanas estaban enteradas. Ellas eran muy unidas.


Las intenciones de mi sobrino eran buenas, pero temía que con esta relación él fuese a salir lastimado, no se lo merecía. Pero también pensaba en ella, si quien sabe podía salir embarazada, porque si su amor era secreto, no sabía que cosas estaban haciendo a escondidas. Sinceramente creía que lo mejor era que él terminase sus vacaciones y se marchase de regreso a casa para que reanudara sus estudios de ingeniería. Un amor así tan distante quizás los iba a lastimar. Y mi sobrino sólo tenía veinticuatro años. No estaba aun preparado para un matrimonio, pensé.

Terminaron sus vacaciones, pero, desafortunadamente, no había vuelo en esos días, él estaba esperando el avión y para colmo tampoco había transporte terrestre. Yo ya había empezado mis clases y un día que llegué a casa, para mi sorpresa, no lo encontré. Un carro, de improviso, había salido de viaje llevando pasajeros. El no pudo despedirse de mí. Anteriormente le había dado algún dinero, pero no pensé que se fuese a ir así de pronto. Fue inevitable. Sentí un hondo vacío y una lágrima rodó por mi mejilla. Fui hasta la cocina a beber un vaso con agua para tratar de apaciguar un poco el ahogo que empecé a sentir por motivo de su ausencia y allí encontré llorando a su noviecita. La abracé y yo también me sentí bastante vulnerable y lloré con ella. El era una de esas personas que se dejaban querer con facilidad y que dejan huella. Era muy tierno y jovial. Sabía que lo íbamos a extrañar mucho, también mis pequeñas. Y ahora mismo que estoy escribiendo, evocando esos momentos no puedo evitarlo, estoy llorando.

jueves, 15 de abril de 2010

En una tierra lejana: UN AMOR DE VERANO ( 7)

Llegué a casa y esperé unos treinta días más, quizás, y luego me dispuse a preparar mi equipaje para viajar con mis pequeñas a aquella tierra lejana. En esos días un sobrino muy querido se estaba quedando en casa. Vivía solo con su papá y su mamá se hallaba en el exterior, por eso prefería, a veces, quedarse con nosotros. Cursaba el cuarto año de ingeniería civil. Era un destacado estudiante y muy tierno y adoraba a mis niñas. El me pidió, casi me suplicó, que lo llevara conmigo, dado que iba a salir de vacaciones. Me agradó la idea de que me acompañase.

Antes de partir, le agradecí a mi adorada madre, por habernos cobijado a mis hijas y a mí en el momento en que más la habíamos necesitado. Entonces viajamos al aeropuerto con la ayuda de mi hermano, quien nos llevó en su carro. En cuanto llegamos, esperamos muy poco tiempo y luego de despedirnos, abordamos el avión. Era una mañana soleada. Mi sobrino se emocionó tanto puesto que era la primera vez que se montaba en un aeroplano. Iba mirando hacia abajo, sonriente, a través de la ventana. Yo lo miraba feliz y me alegraba mucho que se sintiera así. El iba cargando una niña y yo otra. Parece que él iba hablando con la nena, mostrándole todo lo que veía. El viaje fue muy divertido. Llegamos sin la más mínima dificultad.

Cuando llegamos a la casa grande donde me instalaría, mi sobrino fue presentado a las bellas hijas del propietario. Me dí cuenta, inmediatamente, que una de ellas simpatizó con él. Percibí el cruce de miradas entre la jovencita delgada de diesicéis años de cabello castaño, largo y lacio y mi sobrino, atractivo y gentil . Nos instalamos en dos habitaciones que había rentado con anterioridad. No ofrecía el confort esperado, pero, sin duda, eran aceptables. La cocina me faltaba por conocer. Me sorprendí cuando vi que no había gas. Era una de esas cocinas antiguas donde se montaban unas varillas de hierro atravesadas para que el fuego fluyera después de haber encendido la leña. Pregunté dónde quedaba el almacén de electrodomésticos. Me dijeron que no había negocios de línea blanca,es decir, no vendían neveras, lavadoras, cocinas, porque era imposible traer esas cosas por la inoperabilidad de la vía, por tanto, no había un carro que viaje directo desde la ciudad capital porque un enorme tramo de la carretera faltaba por terminar de construir, aquel por el cual yo había ingresado en mi primer viaje. Todavía estaban frescas en mi memoria las peripecias de la aventura vividas aquel día.

"Está bien " dije, "No me iba a crear problema porque no tenía una cocina con hornillas". Además quien iba a lidiar con ella sería la muchacha que iba a hacer los quehaceres de la casa y la que conseguiría por allí mismo, con seguridad ella ya estará acostumbrada a cocinar con ese sistema. La esperanza era que pronto terminarían la carretera, colocarían los puentes y pasarían los carros con esas mercancías. Durante esos días adquirí lo esencial para vivir. Había ya cobrado mi primer sueldo mensual sin haber aun trabajado, y lo invertí casi todo, en cosas del hogar. Con el transcurso de los días pude darme cuenta que la relación del padre de las muchachas para con ellas era de bastante afecto y confianza. El señor era viudo y vivía sólo de las rentas. Era muy generoso y educado.

Pasaron los días y observé que mi sobrino y la joven habían empezado a tener un idilio. El, un día se sinceró conmigo y me confesó que se había enamorado seriamente de la muchacha y pensaba casarse y llevársela de allí, dijo que terminaría su carrera de ingeniería con el apoyo de sus padres, que la llevaría a vivir a la casa de su papá, mientras tanto, hasta que terminase su carrera y pueda trabajar para poder independizarse. Enfatizó que en cuanto terminen sus vacaciones regresaría a casa y luego vendría a pedir formalmente la mano de la joven. El estaba siendo sincero pero pensé que en cuanto él saliera del pueblo se olvidaría de ella.

En una tierra lejana: EL SEÑOR DE LOS OJOS BONITOS (6)

Al día siguiente de mi llegada a la bella tierra lejana, luego de desayunar, mi cuñada me condujo hacia el colegio donde iba a trabajar. Mi familia vivía en la parte más céntrica del pueblo. Salimos de casa y caminamos por una calle larga descendiente y yo muy curiosa iba mirando todas las construcciones que estaban a mi paso. La mayoría eran casas blancas y de concreto, las más altas llegaban hasta un segundo piso que eran unas cuantas. Habían algunas tiendas y negocios de ropa, de calzado, algunas quincallas y restaurantes. Vi también un hotel y el Banco. Caminamos como unas ocho cuadras más o menos y pude ver desde allí la pista de aterrizaje, mis ojos alcanzaron a ver sólo un avión. Mi cuñada me dijo que ese era el único que había, que en la semana hacía uno o dos viajes hacia el aeropuerto de la ciudad capital de la Provincia, que era donde yo había esperado en vano días anteriores.

A mi costado observé una capilla de color blanco con azul claro, caminamos un poco más y giramos hacia la derecha y seguimos nuestra marcha por una carretera ancha, fueron unas dos cuadras, talvez. Allí a mano izquierda se hallaba el colegio y al frente, o sea al otro costado de la carretera había un grande hospital. Su apariencia lucía muy moderna y elegante. "Ya habrá tiempo después para conocer su interior". Me dije.

Ingresamos al colegio y fuimos caminando por su patio que era muy espacioso. La edificación del plantel educativo mostraba un diseño muy moderno. Seguidamente, llegamos a la oficina de Secretaría. Esta era muy acogedora y estaba adornada con plantas. Alumnos y maestros estaban de vacaciones, pero esta oficina y la del Rectorado laboraban con normalidad. La secretaria fue muy cortés, lo cual me causó una buena impresión, luego ella nos condujo hacia el Rectorado. Allí me presentaron a mi rector para formalizar los documentos de mi nombramiento como Psicóloga-Orientadora. Estreché su mano y me senté frente a su escritorio. Ellas se retiraron y me dejaron sola con él. El era un hombre joven, muy apuesto y educado; vestía pantalón marrón oscuro, una camisa blanca manga larga con corbata. Lucía elegante, pero lo primero que me impresionó de él fueron sus hermosos ojos. Mientras hablábamos sobre el trabajo que a mí me concernía, pude verlos detenidamente y me sentía perturbada cada vez que me miraban. Eran unos ojos grandes y dormidos de color verde con unas pestañas gigantes, sus cejas eran muy negras y espesas, su cabello también negro pero ligeramente ondulado. Su piel era blanca, pero se veía algo bronceada. Ella compaginaba a la perfección con sus bellos ojos verdes.

Hacía mucho tiempo que no me había fijado en un hombre, ya hasta me había olvidado de cómo actuar frente a uno elegante y atractivo como éste que tenía aquí frente a mí. Me impresionó. Siempre me había imaginado que los rectores eran hombres mayores y gordos, no como éste que talvez ni llegaba a los treinta y de contextura más bien, atlética.

El señor de los ojos bonitos me aseguró con su mirada que mi estancia allí en ese pueblo iba a darle un giro emocionante a mi vida. Firmé mi contrato en medio de la torpeza de mis dedos y seguidamente, él volvió a estrechar mi mano para despedirse. Procuré mantener el control de la situación. Pero en ese apretón de manos percibí que, de manera súbita, se había creado un vínculo de atracción entre los dos. Esas cosas se sienten, porque tu corazón comienza a palpitar aceleradamente, unidas a las miradas. Fue un hechizo mágico que me encantó.

Sólo estuve allí en el pueblo un par de días, y por fortuna, mi regreso lo hice en avión, toda vez que éste hacía su vuelo semanal; era pequeño, en él no cabían más de treinta personas. Esta vez estaban ocupados todos los asientos y mi viaje de retorno fue realmente confortable.


domingo, 11 de abril de 2010

¿Y QUÉ DICES?


¿Y QUÉ DICES?


¿Y qué dices del silencio
que abraza mi ventana,
y cobija callado
la tristeza de mi alma?

¿Y qué dices de la foto
que descansa en mi mesita,
y me imana de recuerdos
que se impregnan en mi mente,
como una tierna poesía?

¿Y qué dices de mi voz
que no se apaga,
que te grita y que te llama,

con la fuerza de este amor
que nunca acaba?

viernes, 9 de abril de 2010

En una tierra lejana: EL FINAL DEL CAMINO (5)

Ya estaba muriendo la tarde. Las luces del día se estaban escapando, sintiéndose ya muy de cerca la llegada de la noche. Culminar mi viaje era lo que más deseaba. Estaba exhausta, pero ansiosa por conocer ya este pueblo lejano. Habían transcurrido tantas horas viajando bajo un clima de inconvenientes y penurias, pero, sinceramente, lo estaba disfrutando. Nunca antes había vivido algo así. Miraba afanosa por todos lados pero sólo veía árboles por doquier, no había ninguna señal de que estuviésemos llegando a alguna población. Me preguntaba si ¿realmente esa pequeña ciudad quedaba por estos alrededores?.

La carretera era bastante rústica y saltábamos de los asientos con frecuencia, por motivos de los baches. De pronto me dí cuenta que estábamos descendiendo. Con la poca luz que restaba de la tarde dirigí mi mirada hacia el fondo, a través de las ventanas polvorientas y observé un río muy hermoso. Era espectacular. Era lo más llamativo y asombroso que había visto en esta zona montañosa. No viene a mi memoria el nombre de ese río, por más que trato, pero me fascinó. Cruzamos un puente ancho de concreto y empezamos a subir de manera zigzagueada la montaña. Estando ya casi en la cima, no podía ver el río, ya el ambiente había sido atrapado por las sombras de la oscuridad. Interrogaba a mis compañeras de viaje: ¿A qué hora vamos a llegar, ya han transcurrido las tres horas, que dijeron?. Me repetían: "tranquila, ya falta poco, tranquila". Era un afán obsesivo por llegar a conocer este pedazo de tierra, rinconcito de la patria, sumado a la necesidad de bañarme, comer algo y descansar.

Ya estábamos llegando a la cima de la montaña cuando el autobús hace un giro para ir al otro de ella y entonces, casi quedo muda por lo que vieron mis ojos. Allí estaba, por fin había llegado a la pequeña tierra lejana. Ella reposaba airosa en la falda de la montaña. Se la veía fascinante, iluminada, esperanzadora. Era como haber encontrado un tesoro después de tanto haberlo buscado. Sí, eso era lo que sentía. Era un momento mágico que capturaba mis sentidos. Aun no sabía qué era lo que me esperaba vivir allí en esa pequeña población, pero estaba deseosa por descubrirlo. Sólo era cuestión de tiempo.

A la entrada del pueblo pude apreciar un campamento de militares, muy iluminado. A través del enrejado se veía un amplio césped, bien cuidado, adornado con muchos árboles, plantas y flores. Uno que otro militar iba caminando por ahí. Mientras descendíamos pude ver que el pueblo era largo. Las casitas eran casi todas blancas y no muy altas. Había una iglesia muy grande, con un pequeño parque al frente, donde se veían personas sentadas en bancas o caminando. Junto a ella se hallaba una amplia edificación, en forma horizontal. Dijeron, era una escuela católica primaria. La gente en la calle se mostraba sorprendida por nuestra llegada y niños corrían alegres junto al carro. Este se estacionó en una callecita. Procedimos a descender y nos recibió mi hermano quien, muy afectuoso, nos saludó. Seguidamente, caminamos a su domicilio. Nos despedimos de la una muchacha pero la otra fue con nosotros. Entonces, supe que ella era la hija del propietario de la casa donde mi hermano arrendaba sus habitaciones. Fue una alegría volver a ver a mis dos sobrinos pequeños y conocer a las cinco hijas del dueño de casa, eran tres señoritas y dos niñas, todas ellas lindas. Además tenía un hijo de once años y otro, que era el mayor de todos, de veintiséis, quizás. Vivía allí con su esposa, otra joven bonita. También me presentaron a una pareja de esposos, oriundos de Ambato, que arrendaban en esa casa. El señor laboraba en el único Banco que había en el pueblo, al igual que mi hermano. Los dos compaginaban con sus bromas y chistes. Mi recibimiento fue de lo mejor.

jueves, 8 de abril de 2010

En una tierra lejana: CUATRO MUJERES EN LA MONTAÑA (4)

Mi viaje continuaba. Fue muy gratificante hacer esa corta escala en la Tierra de La Eterna Juventud. Siempre tuve curiosidad por conocer ese lugar y realmente fue una grande sorpresa saber que íbamos a cruzar por ahí. Me sentí afortunada. No todos tienen la suerte de palpar con sus cinco sentidos lo mágico y misterioso de este lugar. Y en verdad me sentí renovada y alentada a continuar mi marcha con una actitud de aceptación y tolerancia, puesto que el bus carecía del confort requerido para un largo viaje. Me parecía que el matiz de la aventura empezaba a emanar sus colores y yo quería estar despierta con mis ojos y mis oídos muy atentos para vivir la experiencia, sin omitir detalles.

Dentro del vehículo iban hombres con guitarras cantando muy alegres, entre sorbo y sorbo del licor fuerte que acostumbran beber en los pueblos. Es muy conocido como el legítimo aguardiente. Quizás, para ellos era una costumbre viajar así, pero no me molestaba en lo absoluto, además, el delicioso sonido de las cuerdas de una guitarra siempre fue mi debilidad. De la treintena de pasajeros sólo éramos cuatro mujeres las que viajábamos, por tanto procuramos mantenernos algo distantes de ellos, con el fin de lograr que no se propasaran. Y así fue.

Habían transcurrido unas tres horas más cuando llegamos a otro pueblo, que ahora no recuerdo su nombre exacto, pero lo voy a llamar El Valle. Descendimos del vehículo, estirando nuestros huesos que se habían mantenido apretujados entre la estrechez de los asientos. Yo cargaba un pequeño bolso, al igual que mi cuñada y las dos muchachas bonitas que eran nuestras compañeras de viaje. La una, me informaron, era una secretaria del municipio y la otra, profesora de escuela. Mi cuñada era trabajadora social y tenía un cargo en el magisterio.

¿Y ahora qué?. Sé que ellas evitaban comentarme cuál sería el paso siguiente para que no me decepcionara del viaje. Ahora debíamos alquilar caballos para emprender la nueva ruta. Gran parte de mi vida la he vivido en el campo en medio de caballos y no me asustaban. Algo sabía de cómo guiarlos, pero me atemorizaba el hecho de saber que íbamos a emprender este nuevo viaje a través de la montaña. Me platicaron que estaba en proyecto retomar la construcción de la carretera para que los pueblos puedan comunicarse, por tanto, por ahora, ningún carro podía transitar en ella, era muy angosta. Comentaron que serían unas tres horas más de recorrido montadas a caballo para llegar al siguiente pueblo donde nos esperaba un carro que nos llevaría a la pequeña ciudad, nuestro objetivo de viaje.

Como era de esperarse los hombres podían guiar con más experiencia los caballos y se nos adelantaron y quedamos bastante atrás las mujeres. Mi cuñada y yo no teníamos práctica, las dos jóvenes sí, pero las cuatro debíamos permanecer juntas. Y sí que fue divertido el viaje. Eramos cuatro mujeres jóvenes y guapas montadas a caballo en una travesía montañosa. Sólo escuchábamos nuestras voces, y no se veía por ningún lado el más mínimo indicio de un caserío. Todo se veía inhóspito y solitario. Sentí algo de miedo por dos cosas: una que apareciera de la nada algún delincuente y nos atacara, y la otra, que se desatara un fuerte aguacero y provocara algún deslave de las tierras movedizas de las montañas. Por momentos, caminábamos y algunas veces miré hacia el barranco y me asustó su profundidad. Las dos muchachas tenían una alegría y optimismo contagiante. Se reían de lo que sea y sinceramente todo era divertido. Pero no tanto cuando dieron de manotazos a las nalgas de mi caballo y sentí que perdía el control del mismo. Yo sólo gritaba mientras ellas me insistían que halara con fuerza las sogas, y así lo hice. Logré frenar a raya pero fue inevitable mi caída. Caí sobre un charco lleno de lodo. Ellas reían mucho, pero cuando estaban cerca les lancé el lodo y todas quedamos muy cochinitas. Me lastimé algo, pero nada que no me hiciera reír. Fue una broma algo pesada pero tuvo un final feliz. No había duda, la naturaleza estaba conspirando con nosotras para que nuestro viaje fuera placentero.

Llegamos a un lugar donde se veía un río muy al fondo y se podía divisar al otro lado un pequeño caserío, pero no había puente; así es que debíamos descender por un camino de pica hasta llegar al río. Allí debíamos cruzar un pequeño puente de madera. Y así lo hicimos. Descendimos con incomodidad, -sin montar los caballos, lo consideramos peligroso-, cruzamos un angosto puente con tablas mal puestas y crujientes. El río se veía muy correntoso y la fuerza de las aguas golpeando las piedras provocaba un ruido escandaloso que no dejaba escuchar nuestras voces. Al otro lado del río emprenderíamos la subida hacia la superficie. Subir una montaña zigzagueada y casi vertical, fue un tremendo trajín, para nosotras y los caballos, pero finalmente, llegamos. Habíamos tardado cinco horas en esta ruta, desde El Valle hasta este pueblo.

Todos los pasajeros estaban montados en el carro que nos trasladaría a nuestro pueblo definitivo. Ellos nos vieron, pero no les causó gracia nuestras caras y vestimenta empapadas de lodo. Se quejaron fuertemente por nuestro retraso, porque el carro no podía arrancar sin nosotras. Sólo conseguimos lavarnos la cara en una pequeña tienda. Bebimos bastante agua, compramos algunas galletas y subimos al carro. Llegaríamos al pueblo en unas tres horas más.

martes, 6 de abril de 2010

MI BELLA VIDA

La vida a veces parece irse de nuestras manos y nos sentimos cual pluma de ave flotando a la deriva y sin rumbo fijo. Para aquellos que sienten que a veces son esa pequeña pluma de ave he creado este poema impregnado de esperanza y de amor por la vida misma. Lo he titulado:Mi bella vida.



MI BELLA VIDA


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Va pasando el tiempo

y siento que con él se va mi vida,

un silencio agudo entorpece mis sentidos

y siento que me hace enflaquecer.

Pero dentro de mi mente

casi inútil, casi perdida

oigo distante el clamor de mi conciencia

que me grita: Sigue firme en el camino,

levanta tu mirada con la frente alta

porque no todo está perdido,

tienes tu vida,

tu bella vida está contigo

nunca te ha abandonado.




Mírala en el rayo de sol

que seca tu cara humedecida.

Mírala en la sonrisa de un niño

que aleja tu lágrima escondida.

Mírala en la retina de tus ojos

que alcanza a ver la luz del horizonte.




Tu bella vida que es todo,

que es universo inventado por un sabio,

un universo que llevas dentro

cargado de belleza y sabiduría.

Allí está tu bella vida,

no todo está perdido.




Ama tu vida.

Se que hoy está tu corazón

esparcido en mil pedazos,

usa tu sabiduría para reconstruirlo.

domingo, 4 de abril de 2010

En una tierra lejana: ETERNA JUVENTUD(3)

Me había decidido a viajar a aquel pueblo escondido en un rinconcito del mapa. Estaba optimista, positiva y creí que debía ofrecerle un nuevo giro emocional a mi vida. Todo parecía tan distinto, aquella pesadez emotiva que cargaba conmigo se había desvanecido, gracias a la visita de mi hermano. Cada vez me convenzo que la vida te trae muchas sorpresas, te invita a viajar por caminos inimaginables, que te conducen hacia el bien o hacia el mal. Pero si ahora la emoción estaba conmigo y mi espíritu estaba pletórico de contento, debía aprovecharlo, debía vivirlo, debía experimentarlo. Nadie sabe cual es tu destino. Tenía que dar el primer paso para emprender mi marcha, en miras de buscar la felicidad, que es lo que hace todo el mundo. ¿Por qué debía tener miedo?. Iba a trabajar por un tiempo en ese lugar. No pretendía quedarme por allá para siempre. Quería ahorrar y luego salir a vivir a una ciudad grande para ofrecerle una buena educación a mis dos hijas que se habían convertido en mi prioridad más importante.

Hice mi equipaje, primero debía ir sola por cuanto tenía que firmar el contrato de trabajo y aún faltaban dos meses para entrar a clases de educación media, que era el área en la que trabajaría. Estaban de vacaciones. Viajé en carro por espacio de unas cinco horas hacia el aeropuerto donde me esperaba mi cuñada que había salido a la ciudad a hacer una importante diligencia. Allí juntas tomaríamos el avión que nos trasladaría a aquella población. El avión no llegó, parecía que estaba en mantenimiento y aquel día no hubo vuelo. Mi cuñada resolvió que no había opción, debíamos ir en carro al día siguiente. Me explicó rápidamente, que el viaje sería un poco demorado, que saldríamos de madrugada y llegaríamos en la tarde. Bien, no había otra solución. Debíamos viajar al día siguiente y así fue.

Tomamos el único carro que salía a la madrugada para ese lugar. Era un amanecer un poco fresco, mas no lluvioso, pero se sentía acogedor. El carro había rodado unas dos horas, mas o menos, y llegamos a un pequeño pueblo que hoy debe ser una gran ciudad. Esa es una tierra maravillosa, la llaman "Tierra de la Eterna Juventud". Es un lugar donde las personas viven cerca de los cien años y más edad, con dignidad, con entereza, con vitalidad. El carro se detuvo por un corto tiempo, pero fue suficiente para bajarnos y poder charlar con algunos ancianos que caminaban por la calle, montados a caballo, o cargando bultos, o conversando y riendo a carcajadas. Ví en el corredor de una casa a un anciano leyendo el periódico, sin anteojos. Me acerqué, lo saludé y le pregunté su edad y me dijo que tenía noventa y ocho años. Casi me muero de la impresión. Una señora me dijo que tenía cien años. Era una anciana pero muy bien paradita y caminaba sola, sin ayuda de nadie y a paso largo. Fue impresionante. Esta tierra bella se llama Vilcabamba, es visitada por muchos turistas de diferentes partes del mundo. Hay científicos que se han instalado en el pueblo para investigar las causas del por qué la longevidad de sus habitantes. Muchos aducen que puede deberse a la alimentación, al clima, a la vegetación, al río que dicen previene la osteoporosis y el colesterol. Son tantas las razones que hacen que esta tierra enamore a quienes la visitan. Misteriosamente, es como si ella te conquistara para darte más salud, más alegría, más juventud.

jueves, 1 de abril de 2010

En una tierra lejana: MI MADRE MI REFUGIO (2)

Llegué a la casa de mi madre con mi bebé. Ella nos recibió con inmenso cariño. Allí estaba viviendo , por ahora, mi hermana mayor, que se había casado con un médico, que fue a ese pueblo a hacer su medicina rural. Ella debía esperar a que su esposo concluya con su tiempo de práctica profesional e irían a radicarse en Guayaquil, lugar donde vivía la familia de su esposo. Tenían una bebé de la misma edad de mi nenita. Mi hermana era maestra de escuela. Ella supo entenderme y todo el transcurso de mi nuevo embarazo lo pasé bien gracias al apoyo de las dos, de ella y de mi madre. También yo tenía una profesión, pero no era momento de ejercerla dado que tenía a la pequeña, y con una barriga grande, pensé que sería difícil. Esperaba que naciera la bebé para buscar trabajo. Mi hermana trabajaba y su nena quedaba a mi cuidado. Ella me retribuía económicamente por esa tarea. También vivía en casa un hermano menor a mí que todavía estaba soltero, era ingeniero agrónomo. El era a todo dar, consentía mucho a mis niñas.

Pasaron los meses y llegó el momento de dar a luz y el miedo comenzó a acosarme. Recuerdo hubo un temblor en la madrugada y talvez de la impresión fue que me vinieron los dolores. La pequeña ciudad quedaba a unos 15 minutos. Hubo mucha preocupación; por poco doy a luz con la ayuda de una tía, de una comadre, de la vecina. Sentí pánico parir sin intervención médica. Para entonces mi hermana ya había partido para Guayaquil con su nueva familia y mi madre los acompañaba por unos días. Mi hermano no estaba en casa. Me sentí angustiada pero una prima consiguió alquilar un carro y logré llegar a tiempo al hospital y todo fue tan rápido. Tuve a mi segunda hija.

Luego de su nacimiento mi familia creyó que debía ir a buscar al padre de las niñas para que las reconociera legalmente. También estaba de acuerdo, porque mis hijas debían tener el apellido de su padre. Iba a intentar buscarlo, aunque había la posibilidad que pudo haberse ido a vivir a otro lugar, o que en ese tiempo hubiese viajado a otra ciudad. ¿Qué se yo?, en fín, decidí que iría con una hermana. Y así fue, viajamos a la ciudad de donde había escapado hace casi diez meses. Sentía algo de recelo, pero nó miedo. En cuanto llegamos fuimos directo a su domicilio. La puerta principal, por lo general, siempre permanecía abierta; entramos y nos dirigimos al apartamentito donde había vivido con él, antes de partir. Golpeé la puerta y me abre una jovencita, y ví que estaba embarazada, tendría unos siete meses, por ahí. Le dije a mi hermana: Mira, este hombre sirve sólo para hacer hijos. La saludamos y preguntamos por él y ella nos dijo que no estaba. Le dijimos que lo esperaríamos. Ella, casi no hablaba. Parecía estar avergonzada por algo. Me acerqué y le dije: No permitas que te maltrate, por favor. Yo lo conozco bien. No permitas que te maltrate. Le repetí.
Ella casi no quería hablar. Mi hermana y yo nos sentamos en los sillones de la pequeña salita y tuve tiempo para recorrer con la mirada los lugares donde tantas veces fui violentada. Se daban en mi mente cruces de imágenes como si se tartara de una película de horror. Vi a la joven y sentí lástima por ella. Cuando huí de allí tenía unos veinticinco años. Esta niña debía tener unos dieciséis.
El llegó, se sorprendió al verme, pero increiblemente sostuvimos una plática normal. El accedió voluntariamente, sin presiones. Cuando salimos dí una última mirada a la jovencita y su barriga. Y me dirigí a él antes de salir y le dije:Trata bien a esta muchacha, no abuses de ella. El no dijo nada.

A los dos días llegó a mi casa , cumplió con lo prometido. Fuimos al Registro Civil y registramos legalmente a las niñas. Yo coloqué los nombres a la primera y él decidió que daría los nombres a la segunda. No estaba de acuerdo que una de ellas llevara mi nombre, pero accedí, no creí que era una razón para discutir. Ese día se mostró como un padre maravilloso. Me agradaba porque si yo no quería saber nada de él como pareja, como padre podía ver a las niñas cuando él quisiera, era un derecho que había que respetar. Mi familia vio con agrado también que anduviera cargando a las pequeñas en sus brazos y jugando con ellas.
Se marchó y sorprendentemente a la semana siguiente llegó a mi casa con frutas para las niñas y a decirme que había alquilado un apartamento en mi pequeña ciudad y que arreglara las cosas que nos íbamos a vivir para allá.

No entendía qué era lo que estaba sucediendo. ¿Es que acaso él creía que todavía estaba con derechos a dominarme? Sí, tenía a mis hijas, que eran suyas, pero yo sabía que él era un hombre violento y sabía el futuro que nos esperaba a las tres. Por otra parte, ¿la jovencita?, ¿su embarazo?. Cuánta irresponsablilidad de su parte. ¿Qué clase de monstruo era éste? me pregunté. Le aclaré que mi decisión fue terminante, no quería unirme otra vez a él. Y en cuanto a lo de la muchachita, me dijo que de eso no me preocupe, que eso ya estaba arreglado. Sí, claro, pensaba abandonarla.
Le repetí que no volvería con él, que trabajaría para las niñas, que él como padre podía visitarlas y económicamente también las podía ayudar, si quería. El me dijo algo y sus palabras las tengo grabadas como la cicatriz en mi brazo derecho por mi vacuna."Si tú no vuelves conmigo, te juro que jamás volveré a ver a las niñas". Le respondí, que ese era un problema de su conciencia. Le repetí un no rotundo. Y se marchó furioso.

Pasaron muchos días y yo empecé a buscar trabajo, pero estaba muy afligida porque vi que él cumplió con su palabra y sentí un hondo dolor por mis hijas. Ese no debía ser el padre de ellas, él no las merecía. Hubiese querido que él las buscara, que les diera cariño. Estaba absolutamente convencida que mi decisión de no volver con él había sido la correcta, él no iba a ser tampoco un buen padre, las había utilizado. Me sentía hundida íntimamente, pero fingía ante mi familia, como si no me importara, en silencio sufría, creo que hubiese querido alejarme de allí, irme de los lugares donde él había estado con mis niñas, amoroso, riendo con ellas. Entendí que ese comportamiento fue fingido. Me dolía mucho.

Por esos días llegó un hermano que trabajaba en una ciudad muy bonita que quedaba a unos ocho horas de distancia. El casi no venía por acá, por su trabajo. Fue tan alentador volverlo a ver a los años. Se enteró de mi situación y se sintió muy afligido por ello. Era muy cariñoso con los niños, cargó a mis hijas y me dijo "Yo te voy a ayudar". Entonces nos platicó que ya no vivía en aquella ciudad. Le habían dado un trabajo como abogado, bien remunerado, en una tierra muy lejana. Había ido a trabajar a una pequeña población que quedaba en el último rincón de la nación, en la zona suroriental. Pero él me platicó que ese lugar era muy acogedor, estaba muy apartado de las grandes ciudades, pero allí no faltaba nada, dijo que había todo lo que había en una ciudad, que él llevó a su esposa e hijos y estaban muy bien. Me dijo que yo trabajaría en mi rama y doblemente, trabajo diurno y nocturno, doble salario como psicóloga orientadora. El no podía estar mintiéndome tanto, sabía que también buscaba mi bien y él de las niñas. Podía mentir en otras cosas, pero en cuanto al trabajo, ví que era sincero. Me dije: "Es abogado y un poco exagerado pero es mi hermano y no estará tratando de hacerme daño". Me emocioné tanto al escucharlo hablar de como es la vida en aquella tierra lejana que se me olvidó por completo mi tristeza interior y no lo pensé ni diez minutos. Le dije con una sonrisa: Si, yo voy, claro que voy.