domingo, 20 de junio de 2010

FRIO EN LA MONTAÑA: neblina, belleza y regocijo

Una aventura divina viví hace pocos días cuando un grupo de personas y yo viajamos hacia el Guaraira Repano, lo que antes se llamaba Cerro El Avila. Es el monte que se halla al norte de Caracas, y es bastante alto y muy extenso. Los venezolanos se sienten muy orgullosos de poseer esa montaña hermosa, porque la parte más alta de ella se ha convertido en un lugar turístico con atractivos que son un deleite para la vista, para el espíritu y para el cuerpo. Uno viaja allá y se siente como estar en otro mundo. Es un lugar muy frío y cuando amanece lluvioso, se cubre de neblina, en gran parte, pero aun así es un lugar bello, romántico, cubierto de plantas como pinos y flores y se respira un aire muy fresco, que notas en el primer segundo la diferencia comparado al smoke que dejaste atrás en la ciudad. Aquella mañana era una de esas con lluvia y neblina pero me quedé encantada ya que era la primera vez que viajaba allá y estoy segura que muy pronto regresaré a ese bellísimo lugar que todos los venezolanos y turistas deben visitar.

Para subir a la montaña debes hacerlo en teleférico, en los trencitos voladores, que ahora sé que se llaman funiculares, donde caben sólo de seis a ocho personas. Ese viaje es para disfrutarlo en grande porque vas mirando la enorme ciudad y desde allí la vista es espectacular.


POSANDO JUNTO AL ASTA DE LA GRANDE BANDERA DE VENEZUELA

Este monte se ha convertido en un Parque Nacional, digno de admirarlo. El nombre original del mismo, o sea Guaraira Repano fue dado por los indígenas que habitaban en esta serranía, que significaba "Sierra Grande". Luego fue cambiado por el de El Avila, durante la conquista española. Ahora retomó su original nombre que es Guaraira Repano. Es un lugar mágico lleno de atractivos. Dicen que en la noche es también muy hermoso visitar este lugar y mirar la ciudad desde los funiculares. Mi próximo viaje lo haré al caer la tarde, muy pronto, para descender al anochecer.

miércoles, 2 de junio de 2010

EL BILLETE DE DIEZ MIL

En la vida nos suceden cosas extrañas, yo diría que a veces bastante extrañas. Bueno si realmente crees, que la naturaleza conspira contigo para que realices tus deseos cuando persistes en quererlos conseguir, pues creo que este es uno de los ejemplos más claros de esa tesis. Aunque se haya manifestado de una manera muy sencilla, me parece que es un interesante caso que le invita a uno a creer y confiar, de manera que, si tu quieres realizarte en algo, o conseguir alguna cosa, tienes que desearlo mucho e insistir con el tema y visualizarte. Ah, ya basta de palabras, es mejor decirles lo que me sucedió, y después ustedes lo pueden analizar y hacer sus propias conclusiones.

Mi niña estaba lista para ir al colegio, ya estábamos dentro del ascensor y ella me recuerda que debía llevar diez mil bolívares para una tarjeta o algo así, que la profesora había solicitado y manifestó que ese era el último día que tenía de chance para entregar ese dinero. Yo, honestamente, aquel momento tenía en mi casa sólo los diez mil, en efectivo. Aquella mañana, antes de bajar en el ascensor llevaba conmigo, el llavero y dentro de mi mano, el billete de diez mil. Mi hija y yo caminamos hacia el colegio. A mitad de camino, me doy cuenta que el billete no lo tenía en la mano, sólo el llavero. Sabía que se me había caído en la calle, porque cuando cerré la puerta principal del edicificio ví en mi mano el dinero. Entonces, me preocupé tanto porque debía regresar a buscarlo y la puerta de entrada del colegio la cerrarrían si no llegaba a tiempo, me faltaba por recorrer un poco menos de una cuadra. Pensé: voy a dejar a la niña y regreso a buscar el billete, a ver si lo encuentro y voy a entregárselo luego a la maestra.

Estaba muy molesta conmigo misma, por mi torpeza. Sinceramente no contaba con más dinero esa mañana y dudaba que lo pudiese encontrar, pero entonces, me propuse pensar que debía tener ese billete en mi mano y que necesitaba encontrarlo. Y ¿Qué es lo que uno dice primero cuando está en problemas? Ay, Dios mío, ayúdame. Sí, yo también lo dije. Estaba a punto de llegar a la puerta de la casa y no aparecía el billete por ningún lado, entonces, una señora que vive en el edicifio pasaba por ahí en recorrido contrario. Y me pregunta: "Señora Ana María ¿qué se le ha perdido? ¿se le perdió plata?. Le dije: "sí, mira se me perdió un billete de diez mil que llevaba al colegio, mi niña los necesita ahorita mismo". Me doy la vuelta y camino con ella para seguirlo buscando y le dije: "Ayúdame a ver en el piso, talvez en tus ojos aparezca, porque yo no lo encuentro, seguro ya alguien se lo encontró, pero es que necesito el billete". Le iba diciendo. "No se ve por ninguna parte dinero en el piso". Me dice ella. De repente, mis ojos alcanzan a divisar a unos tres metros una pequeña carterita con tela color verde oliva, de militar, yo había pasado antes por ahí y no la había visto, porque estoy segura que allí no estaba. Ella también la vio, y yo caminé rápido hacia la carterita y le digo a ella: "Dios mío, cómo quisiera que en esta carterita esté mi billete de diez mil". La agarré, tenía un broche o corchete y estaba algo gordita. Les comento que antes de abrir ese broche sentí algo muy extraño dentro de mí. Abrí nerviosamente la carterita. Miré dentro de ella y lo primero que saqué fue un llavero hecho de algunas monedas, una cédula de una mujer y muy al fondo un billete muy doblado.  Le dije: "Hay un billete". Ella me dijo, "Mentira". Mientras desdoblaba el billete miré a mi amiga, que también estaba bastante sorprendida. "Es un billete de diez mil: Le dije.  "Oh, señora Ana María ¿qué significa esto?", me dijo. "No lo sé", le respondí, bajito. Yo me había impresionado tanto que mis ojos se aguaron por las lágrimas. No era de la emoción de haber encontrado el billete, sino de la forma cómo apareció en mis manos. Percibí que la naturaleza había hecho algo grandioso, ese instante. Yo sólo dije: Gracias, Dios mío. y corrí al colegio a entregar el billete a la maestra.

Cuando regresé, mi amiga me estaba esperando en la puerta del edificio, entonces las dos revisamos la cédula, tenía algunos años de vencida y pertenecía a una señora de apellido Rondón y de nombre Gioconda, como la obra de Leonardo Da Vinci, o como Gioconda Espina, una feminista intelectual venezolana. Hasta ahora conservo el llavero, la cédula y la carterita. No sé si a ustedes les ha sucedido algo tan sorprendente, pero este suceso para mí es una de las cosas más asombrosas que me ha pasado en la vida, entonces creo en la tesis de que si tu te visualizas en obtener algo, lo vas a conseguir, lo deseas tanto que la naturaleza, o sea Dios se encarga de ayudarte a realizar ese deseo. A lo mejor alguien piense que sólo fue una perfecta coincidencia.