domingo, 30 de mayo de 2010

TE PIDO PERDON MI QUERIDO BLOG

Hola mi querido blogcito, cómo te he descuidado en estos días, mi pequeño, pero es que he tenido razones muy grandes para haberme alejado de un poquito. Es que he estado muy ocupada con unos asuntos de carácter familiar. He tenido que hacer los preparativos para la primera comunión de mi hijita. No soy fanática de las reuniones pomposas en este tipo de fechas, pero aún así, hay que cumplir con ciertos requisitos, como el vestido blanco, los zapatos, accesorios y otros adornos para la niña. Y debemos estar elegantes todos, porque la apariencia cuenta mucho en esta clase de acontecimientos. Bah, no estoy diciendo mentiras y no es que me gusten las pompas como repito, pero debo vestirme un poquito mejor que lo acostumbrado en otros días. Siempre uno quiere usar un traje nuevo, zapatos que combinen con el traje para lucir diferente en las fotos. Quien no quiere fotografiarse en estas fechas. Todo el mundo quiere vestirse elegante y arreglarse óptimos. Y después estamos mirando alegres las fotografías. Seleccionando las mejores y eliminando aquellas donde aparecemos feos.

Que un hijo haga la primera comunión hoy en día se ha vuelto un derroche de dinero, un traje para una niña por lo menos está alrededor de mil bolívares fuertes, y ¿los tocados en el cabello?, ¿los zapatos?, ¿los accesorios blancos?, ¿Y la fiesta?, ¿la torta?, ¿las invitaciones?, ¿los recuerdos?. Les digo conmigo gastos tan grandes no van, es un traje sencillo pero elegante, zapatos económicos, pero que se ven bien. Una comida sencilla pero deliciosa, y una torta que en casa la hacemos y la pasamos bien todos, tomándonos fotos, riendo y muy contentos. Y para evitar mucho ajetreo, platos desechables.

Puedo deducir fácilmente que estos actos religiosos se han vuelto muy comerciales. No creo que realmente uno esté tan ansioso y feliz porque su hijo o hija vaya a recibir a Jesús en su corazón por primera vez a través del cáliz y la hostia, yo pienso que estamos preocupados más por el traje, creo que más por el de la niña, porque incluye muchos detalles, queremos verla como una muñequita de pastel, como una princesita, muy adornadita para que en las fotos salga bella. También nos preocupamos por la recepción y ésta por más pequeña que sea tiene que quedar buena y requiere de gastos. Soy honesta me sumo a esta lista. Es por eso que tenemos que enmendar un poco. Sería bueno que en la recepción haya un momento de reflexión y con la familia reunida se pueda dar lectura de salmos, por ejemplo,que son muy instructivos, y se le puede explicar al niño el ¿porqué de la vela encendida?. Mi hija me preguntó, ahora después de la comunión. ¿Para qué debíamos llevar velas? . Yo no sabía el significado de la vela encendida, lo admito. Tuve que investigarlo. Y recuerdo aquel día en que la catequista principal o la jefa, sólo dijo: !ah¡, representantes, no se olviden de darle la vela al niño, debe ser blanca. Si mi hija me preguntaba era también porque nadie le explicó durante la catequesis. Tuve que investigarlo y ahora sé que la luz de la vela es la presencia de Jesús que empieza a iluminar el camino de los niños toda la vida hasta la eternidad. Creo que es bueno sembrar la fe en los niños, independientemente de la religión que sea. La Biblia es para todos. Punto, no me voy a extender en este tema.

Desde hace días que tengo preparado el siguiente capítulo de mi historia en una tierra lejana, ya lo he editado y voy a enviarlo ahora mismo.

miércoles, 26 de mayo de 2010

En una tierra lejana: "LLEGADA DE LOS ULTIMOS CADÁVERES" (13)

Había pasado por una situación muy deprimente y de terror. Había decidido ver cada uno de los cadáveres que llegaban a la morgue a través de la ventana de vidrio, que daba a esa fría sala. Precisaba ver con mis propios ojos si uno de ellos era el de mi sobrino. Tuve que mirar cuerpos ensangrentados, con graves heridas. Me dí cuenta que los miembros inferiores de los cuerpos presentaban fracturas múltiples, en su mayoría. Aún no conocíamos los detalles de cómo se accidentó el avión, ni las razones, reitero que ese pueblo estaba sumamente incomunicado y estaba casi segura que en las otras provincias, o en todo el país ya sabían lo del accidente y debió ser una noticia de primera plana en todos los diarios de la nación, y la televisión debía haberlo trasmitido ya en los noticieros de las mañanas, de las tardes y las noches. Entonces pensaba en el sufrimiento de mi madre por su adorado nieto, en el de su padre, puesto que era su hijo mayor, siendo su gran sueño verlo convertido en un ingeniero civil. Acá no sabíamos nada. Su madre, que vivía en el exterior también debía ya estar enterada y sufriendo por su hijo, al igual que su querida hermana María del Carmen, y otros hermanos. Ellos, quizás, también debían guardar la esperanza de que él no había muerto y que pudo haber sobrevivido. Eso mientras no vieran aún el cuerpo. Sabía que oriundos del pueblo, extrañamente, sólo viajaba una persona, era una señora. Los demás pasajeros eran foráneos. Habían muchas personas del pueblo que estaban en la ciudad, pero con seguridad no alcanzaron a comprar boletos porque ya se habían vendido todos a personas que no pertenecían al pueblo.

Era una mañana fría, o quizás, para mí lo era porque todavía mi piel parecía conservar esa frialdad que emanan las morgues y que te llegan hasta los huesos, pese a que sólo había observado los cadáveres desde la parte exterior. Me encontraba en el colegio, en el salón de clases. Mi cuerpo temblaba de los nervios y por ese misterioso frío. A cada momento percibía que se me escapaba la concentración en lo que estaba haciendo, pese a hacer todos los esfuerzos por mantener el control, tratando de reducir la zozobra en que se encontraban los alumnos, por causa del accidente.

Mientras los estudiantes estaban anotando en su cuaderno algo que escribí en la pizarra, me senté y me vino a la memoria un recuerdo muy triste vivido en una morgue en la época en que estudiaba en la universidad de aquella hermosa ciudad que tanto me gusta nombrar: Cuenca, Atenas del Ecuador. Aquella joven estudiante simpática, mi vecina de cuarto en la casa donde vivía y que una vez estaba de candidata para reina de su pueblo, habiendo ganado el reinado gracias a unas serenatas que dimos, tenía grave a su hermanito de doce años en el hospital por un hecho tan lamentable y por un descuido fatal. Su madre le dio una cucharadita de vitamina aquella mañana antes de ir al colegio y por error, equivocó el frasco y agarró uno que contenía un veneno mortífero para las garrapatas del ganado y caballos que tenían en su hacienda. El niño devolvió todo el líquido que ingirió por su horrible sabor, entonces su madre angustiada se percata que no se trataba de la vitamina y lo lleva con urgencia a centro médico del pueblo, pero de allí lo envian a la ciudad de Cuenca para ser ingresado en el hospital por síntomas de posible envenenamiento. Del pueblo a la ciudad quedaba un poco más de dos horas. Los médicos actuaron de inmediato, hicieron todo lo que la ciencia les pudo permitir hacer para salvarlo, pero aquel hermoso niño se fue, partió, inevitablemente. Lo conocí de cerca y me afectó.

Era de madrugada cuando acompañé a mi amiga a la morgue a retirar el cuerpo de su hermano y no recordaban en cuál gaveta lo habían colocado y nosotras dentro con unas enfermeras presenciamos como iban sacando las gavetas y levantando las sábanas blancas en busca del niño. Le pedía a ella que no mirara pero ella quería ver. Yo sospechaba que cuando mirase a su hermanito se iba a impresionar mucho. Al fin lo encontraron. Para las dos fue una fuerte impresión, pero debió ser mayor para ella, fue un ser de su sangre. Entonces ahora entendía por qué ella también quería mirar. No era por una cuestión morbosa, quizás; deduzco que me estaba sucediendo lo mismo a mí, mientras no vea el cuerpo con mis propios ojos no iba a creer que mi sobrino había fallecido.

Aquella noche no pude dormir, no podía borrarme de la mente la expresión del rostro del pequeño y todo lo que vi en la morgue. En aquellos momentos imaginaba a mi amiga recibiendo un ramo de flores y caminando feliz en el escenario siendo aplaudida por la multitud, luego de haber sido coronada reina del pueblo. Y entonces, me la imaginaba triste cargando flores pero camino al cementerio. Resultaba tan contradictorio. Y yo siempre tengo debilidad por pensar en los contrastes, así como en algún momento recordé ver a mi sobrino emocionado luego de abordar el avión cuando viajamos los dos con mis niñas hacia el pueblo y entonces luego lo imaginaba angustiado en el momento del accidente dentro del mismo avión. En fin, no es mi culpa que la vida sea una constante contradicción de cosas y de hechos, solo sé que con ella tenemos que convivir y luchar por sobrevivir. Estaba envuelta en esos pensamientos cuando se escuchó el sonido de un helicóptero muy cerca de nosotros, de pronto el ruido se volvió ensordecedor. Todos salimos y detectamos que el aparato estaba descendiendo en el patio del colegio. Alumnos y maestros corrieron hasta el sitio donde estaba asentándose el helicóptero. Yo creo que fui la primera. Entonces comenzaron a bajar el primer cuerpo de este último grupo, completando así la lista de pasajeros y tripulantes que habían abordado el avión que eran veinticuatro. Los iban a trasladar a la morgue del hospital que quedaba al frente del colegio, para posteriormente enviarlos a su lugar de origen.

Descendían la primera bolsa negra y yo me acerqué y entonces, algo así como una sensación de pánico me envolvió, en un primer momento, pero, de inmediato, y por unos segundos me sentí como estar en medio de una atmósfera diáfana y divina, era como que me cubrió un halo reluciente y todo parecía moverse en cámara lenta. Me sucedía esto mientras veía el cuerpo que bajaban. Lo vi, era él, mi sobrino. Vi su frente y su cabello y lo reconocí de inmediato. Su frente era inconfundible porque tenía dos entradas muy notorias. Después, recuerdo me vino un llanto imparable, unas maestras me sostuvieron, porque me sentí algo desfallecida, pero, saqué fortaleza de algún lugar y fui siguiendo a los militares, cuando llegué al hospital, me permitieron ver el cuerpo, entonces vi que lo habían colocado en el piso, lo habían sacado de la bolsa negra y habían puesto una tela blanca en la parte de su pecho, desde su cuello. Me acerqué a él. Parecía estar sólo dormido, con sus ojitos cerrados, no había perdido el color tostado de su piel. Sus piernas presentaba fracturas en las piernas, llevaba puesto un pantalón jean y tenía también unos zapatos tipo deportivo, que eran de gamuza marrón claro. Pude ver sus manos y uno de sus brazos, por un costado de la tela blanca; no vi sangre en él.

Seguidamente trajeron bolsas negras pequeñas, creo eran unas cuatro y de ellas sacaron cuerpos de niñas y niños, me dio tanta impresión ver infantes fallecidos. Apenas estaban empezando a vivir y ya el destino les cegaba sus vidas de manera implacable. Comentaron que eran niños extranjeros que viajaban con sus padres y más familia para las fiestas del pueblo que se acercaba, habían sido gitanos, aquellos que se ganan la vida leyendo la suerte a través de las líneas de las manos. Había una pareja de arqueólogos extranjeros también. Por la noche los cuerpos fueron velados . Asistieron muchas personas y rezaron el acostumbrado rosario, en medio de la penumbra, siendo solo alumbrados con la luz de las velas. Y al día siguiente en ataúdes confeccionados rústicamente y apresurados serían trasladados a la ciudad para ser entregados a sus respectivos familiares. Fueron unos días de suprema angustia. Mi sobrino entregó su vida al destino, por amor. Siempre lo voy a extrañar. Era un maravilloso ser humano.
A su paso fue dejando una huella indeleble que nadie podrá olvidar.

martes, 25 de mayo de 2010

ATRAPADA

Se sentía atrapada en las propias rejas de su cárcel.
¿Cómo escapar de aquellos gruesos barrotes
que le implantó el destino?.
¿Cómo escapar de aquella cárcel
que la invitaba a seguir allí,
con sus anhelos extinguidos,
con su espíritu debilitado y
con su mágico sueño
disperso en el espacio?.
¿Cómo destruir aquellos toscos barrotes,
sin contar con la fuerza requerida,
ni la esperanza enaltecida
y con el corazón carente
de una milésima partícula de ilusión
para poder disfrutar la libertad?.

jueves, 13 de mayo de 2010

En una Tierra Lejana: ENCONTRARON RESTOS DEL AVION (12)

Después de haberme enterado aquella mañana de la terrible noticia de que el nombre de mi sobrino estaba en la lista de pasajeros que habían abordado el avión y que ahora estaba desaparecido, ¿qué más podía pensar? “Un avión no puede estar por ahí paseándose por la montaña”. Habían pasado algunos días y no había rastro de el. Es lógico pensar que éste se había accidentado, pero pese a ello uno abriga en alguna esquinita del corazón la esperanza de que hubo sobrevivientes y que mi querido sobrino era uno de ellos.

Al día siguiente salí a la panadería y pasé por el almacén de calzado de la señora mayor, mi vecina, que el día anterior lloraba desconsolada por su esposo, sentada en el corredorcito, creyendo que él había abordado el avión. Más ahora, había abierto su almacén y estaba algo sonriente. Me le acerqué y vi que no lloraba, ella me vio y también se me acercó. Le pregunté:

-¿Qué ha pasado? Ya no está llorando.
-Es que ya he visto la lista de pasajeros y mi esposo no viajó en el avión.
-¡Qué bien! -Le dije.
-¿Y usted? ¿Por qué está triste? Por qué tiene los ojos rojos? Parece que ha llorado mucho.
-Es que me enteré ayer que mi sobrino venía en el avión.
Casi se me parte el corazón cuando dije esto y lloré inevitablemente y ella me abrazó.
Cómo era posible que se hayan invertido los papeles así de pronto de un día para otro. El día anterior, la que lloraba era ella, mientas yo ignoraba que mi sobrino era uno de los pasajeros.

Un poco más tarde me hallaba en el patio recogiendo una ropa del cordel cuando escuché gritos escandalosos de la gente, sobre todo se oían voces de niños diciendo: Está llegando un helicóptero, traen los cadáveres del avión. De pronto igual que si fuese una estampida bajaban las personas por las angostas y largas calles del pueblo hasta llegar a la pista de aterrizaje. Había dejado de hacer lo que estaba haciendo y también me encontraba en medio de la gente, yo no iba por curiosidad como iban los demás, porque tenía mis fuertes razones para estar ahí.

Cuando llegué a la pista de aterrizaje el helicóptero de rescate apenas estaba descendiendo. Luego abrieron las puertas y comenzaron a salir unos militares. Desde afuera se podían ver unas bolsas negras, indudablemente, lo que había dentro debían ser cuerpos. Yo, no sé como sucedió, pero una fuerza sobrehumana, podría llamarlo así, hizo que a toda velocidad subiera por las escaleras del helicóptero y destapara una bolsa con rapidez. Mientras los militares trataban de impedirlo. Mi angustia era saber si allí dentro de una de esas bolsas negras estaba el cuerpo de mi sobrino, pero así con esa velocidad que les digo, abrí la bolsa y mientras ellos me sujetaron pude ver el contenido de ella, que no lo he podido olvidar: Era un hombre sin cabeza, tenía el cuello bañado en sangre. Vi eso y los militares me bajaron y a tiempo porque corrí a vomitar. Aquello fue horrible y desesperante. Ese era un señor grueso. No era mi sobrino.

Luego a los cuatro cuerpos los montaron en un carro de militares y fueron llevados a la morgue del hospital que se hallaba muy cerca. Entonces fui corriendo también para allá. No permitían entrar a nadie, pero una alumna mía, que estudiaba en la sección nocturna, era enfermera, me dejó pasar. Entré y desde un lugar discreto vi como bajaban los cadáveres, y eran colocados en el piso. Fue tan impresionante. Luego los montaban uno a uno en una camilla, sitio donde les daban un tratamiento, me imagino que debió ser el material que usan para evitar la pronta descomposición: el formol. Mi sobrino no era ninguno de ellos. Aguardaba la esperanza de que haya sobrevivido, se habían dado casos y quería pensar que él estaba por ahí, un poquito lastimado, pero vivo y que pronto lo encontraríamos. Mientras no viese su cuerpo con mis propios ojos, no me resignaba a creer que había fallecido.

Luego fui a casa y un poco más tarde sucedió el mismo hecho, los gritos, la estampida, la carrera hacia el hospital. Con mi corazón muerto de angustia, observé los cuatro cadáveres más, tampoco estaba ahí mi sobrino. Mi esperanza seguía creciendo.

jueves, 6 de mayo de 2010

En una tierra lejana; EL INSTANTE TRÁGICO (11)

Me estaba preparando para mi jornada nocturna en el colegio. Estaba dejando listas a mis niñas para que un poco más tarde pudiesen cenar y luego ir a la cama. La muchacha que cuidaba de ellas, conocía bien las instrucciones para hacerlas dormir. Como en aquel pueblo no había televisión, porque no llegaba la señal, la gente acostumbraba a dormir temprano y mis pequeñas también se estaban adecuando a esa rutina. Yo trabajaba hasta las diez y media de la noche, a los once se iba la luz, aunque habían casas que disfrutaban de ese servicio, pero a base de motores, creo, que por medio de baterías. El hospital tenía su corriente eléctrica sólo para los aparatos que la requerían para su funcionamiento, en los pasillos colocaban velas.

Caminaba a paso ligero por la callecita hacia abajo para llegar a tiempo a mi institución educativa. Más a menos a mitad de cuadra había un almacén de ropa y calzado, los dueños eran unas personas muy sencillas y un poco mayores. Eran muy amables conmigo. Al pasar por allí, me sorprendió ver a la propietaria del almacén, en el corredorcito, sentada llorando como una niña. Mi prisa, podía esperar. Decidí acercarme a ella intrigada y preocupada.
-¿Por qué está llorando señora?. -Le interrogué.
- Es que mi esposo viajó en el avión hace dos días a la ciudad, y hoy debía volver en el vuelo de este medio día y aún no ha llegado.
-¿Cómo?.- Le dije. ¿Qué ha pasado con el avión? ¿Por qué no ha llegado?
-No lo sé aún, no sé ninguna noticia. Solo sé que el vuelo de la semana de regreso es hoy y el avión no ha llegado. Entonces pienso que se accidentó y mi esposo venía en él.
-¡Dios mío!.-Dije.
Me dio mucho dolor verla llorar así, pero traté de controlarme y la consolé.
-Tranquila, señora, no se angustie, seguramente hoy no hubo vuelo. Ya verá que mañana el avión llega y su esposo vendrá en él. No llore más. Que todo estará bien.
La tranquilicé de alguna manera y continué con mi camino al colegio. Cuando llegué, también se habían extrañado que el avión no hubiere llegado.

A mi regreso a casa, por la noche, le pregunté a mi hermano si sabía algo del avión. Me dijo que estaban a la espera de saber efectivamente si el avión había despegado del aeropuerto al medio día. La comunicación era pésima. El trabajaba en el banco y su amigo, al que yo le había cortado el cabello hace días, trabajaba con el sistema de comunicación telegráfica, pero aun no recibían noticias.

Al día siguiente en el colegio ya se habían enterado que había llegado un telegrama de la torre de control del aeropuerto de la ciudad y que afirmaban que el avión había despegado el día anterior al mediodía y que figuraba como desaparecido. Aquella noticia me paralizó, cuando fui a casa, pasé por el banco y verifiqué con mi hermano y me dijo que sí, que todo era cierto, el avión no aparecía. Me dijo además que estaban tratando de conseguir la lista de pasajeros pero no era posible. Antes de llegar a casa me acerqué hasta mi señora vecina que seguía llorando. Había cerrado su negocio y estaba siempre afuera, esperando por una buena noticia. Ella ya se había enterado lo del avión y no había manera de pararle su llanto. Me enterneció tanto que le ofrecí mi regazo, entonces extrañé mucho a mi madre. Recordé cuando ella también lloraba luego de que mi padre había fallecido en un carro que se volcó en el que viajaban los dos, afortunadamente, mi madre se salvó. Ella sufrió mucho y también fue un duro golpe para mí, porque tenía dieciséis años y era la consentida de mi padre. Habían pasado diez años de aquel terrible accidente y me vino todo a la memoria, cual si fuera una película.

Un poco más tarde, vi que las muchachas, hijas del propietario de la casa, caminaban algo nerviosas y corredizas. Me extrañó. Luego me encontré con mi hermano y mi cuñada y los vi también algo afligidos. ¿Qué sucede? ¿También están preocupados por lo del avión?.Les pregunté. Asintieron con la cabeza y dijeron: No sólo eso. ¿Qué sucede? ¿Qué pasa?. Interrogué otra vez. "No queríamos decírtelo porque no tenemos una certeza, pero las muchachas nos acaban de decir, hace un momento, que nuestro sobrino estaba por venir en estos días". ¿Qué?. Reaccioné alterada. Era como si me hubiesen lanzado un balde de agua fría. ¿Por qué no me lo dijeron? ¿Cómo lo sabían?. "El le había escrito una carta a su novia, diciéndole que venía para acá a pedir su mano para casarse". Me dijo mi cuñada. Yo había presenciado el día en que esta muchacha, su noviecita, había viajado a la ciudad, en este último vuelo. Ella no se encontraba en el pueblo, aun habiendo recibido su carta, aquello no entendía ¿por qué viajó? y corrí a buscar a las hermanas para que me lo explicaran. -(El romance de mi sobrino con la muchacha bonita del pueblo lo escribí en las entradas que titulan UN AMOR DE VERANO)-.

"Ella recibió la carta". "Pero tenía miedo de casarse por ahora". Me dijeron sus hermanas. Es por esto que ella había decidido viajar para ir a buscarlo al lugar donde vive, o sea a la casa de mi madre, para decirle que todavía ella no quería que hablase con su familia. Iba a pedirle que esperara un poco para casarse. También me dijeron que su hermana estaba muy enamorada de mi sobrino pero tenía miedo al matrimonio, porque era todavía muy jovencita. Yo les reproché, el porqué habían ocultado lo de la carta, para enviarle un telegrama a él y decirle que no se le ocurra venir porque su novia no estaba en el pueblo. Sólo fue una torpeza de las niñas el no comentárnoslo. Se estaban lamentando ahora por no haberlo hecho, y estaban llorando sólo por la sospecha de que él hubiese tomado el avión que se había desaparecido. Les pedí que me permitieran leer la carta, cuando la recibí en mi mano, sentí un temblor en mis dedos. Un presentimiento muy cruel se apoderó de mí. La leí en silencio, palabra por palabra, era muy tierna, con todas esas palabras bellas que dicen los que están verdaderamente enamorados. En ella también decía que venía trayendo unos peluches para mis niñas, aquello me conmovió y lloré. Luego les entregué la carta y salí de esa habitación. Sentí que me ahogaba, ya me había transformado. Me sentí desesperada. Corrí a mi habitación y abracé a mis hijas en medio de una horrible sensación. Es esa incertidumbre de no saber nada, de mantenerse incomunicado. Necesitaba saber ¿qué había pasado con el avión?, quería tener en mis manos esa lista de pasajeros y verificar que en verdad el nombre de mi amado sobrino no estaba en ella.

Habían pasado dos días y una mañana que iba camino al colegio, apresurada, escucho el grito de mi hermano tras de mí, llamándome y corriendo. "Anamaría, espera", "Anamaría, espera". Me detuve, volteé, y le pregunté así mismo gritando ¿Qué pasa? . Y gritó "Nuestro sobrino Jorge viajaba en el avión". "Noooooo" Grité. El vino hasta mí también llorando y entregó en mis manos la lista de pasajeros. Lo leí. Su nombre estaba en la primera fila. Fue el pasajero numero uno. No lo podía creer. Grité y lloré en la calle. Mi hermano trataba de calmarme, yo no me podía controlar. La gente nos miraba con curiosidad, a mí nada me importaba. Finalmente, decidí ir al colegio a pedir permiso y comunicar a mi cuñada que también se hallaba dando clases. Fui llorando por el camino y lo primero que hice fue ir al Rectorado. Entré a la oficina y mi rector se sorpendió al verme en ese estado y espontáneamente él se acercó hacia mí y me ofreció su regazo para llorar. Me sentí tan protegida entre sus brazos. Fue tan hermoso ese momento. Desde hacía días que él y yo intentábamos acercarnos y tuvo que surgir un motivo trágico para tener nuestro primer contacto afectivo, pero fue muy bello saber que alguien me estaba esperando con ansias para darme una caricia. Recuerdo que secó con sus dedos mis lágrimas y besó mi rostro aun húmedo, con tanto ternura. Trató de calmarme y me dijo que fuera a casa y que lleve a mi cuñada, que nos daba permiso por dos días. Fue muy amable, me acompañó hasta el salón donde ella estaba dando clases. En cuanto supo mi cuñada de la terrible noticia también lloró y fuimos a casa. Ahora sólo teníamos que esperar.

miércoles, 5 de mayo de 2010

MIS PRINCESITAS



Son mis nenas cuando eran pequeñitas, ¿verdad que se ven como unas princesitas?. La una es mayor a la otra con un año. Hoy la mayor es una excelente trabajadora social y la pequeña, es una destacada abogada. A esta última se la ve muy consentida, aunque no lo crean ella sigue siendo igual de mimada, como se ve en la foto. Mi hija mayor el año anterior hizo en el Colegio de México un importante curso sobre el tema Genero, que es su área. Visitó la pirámide de Teotihuacán y subió hasta la cima. Dijo que fue una experiencia maravillosa.

martes, 4 de mayo de 2010

En una tierra lejana: CONQUISTANDO CON MI GUITARRA (10)

En la institución educativa donde estaba ya laborando como psicóloga orientadora, en aquel pequeño pueblo lejano, las cosas me iban muy bien. Los maestros y alumnos eran recíprocos conmigo en lo que respecta al afecto que les ofrecí desde mi llegada, pero todo fue mucho más ameno y satisfactorio en eventos acaecidos en días posteriores. Una mañana el rector del plantel nos convocó a una reunión de profesorado, -¿recuerdan a aquel joven simpático y de ojos verdes que me impactó la primera vez que lo vi en su oficina?. Pues, ya había tenido suficiente tiempo para indagar sobre su vida personal. De lo que me enteré, sinceramente, me desilusioné. Bueno, yo por un momento me había imaginado que este muñeco podría ser el príncipe azul que llegaría a mi vida y que nos rescataría a mis niñas y a mí, ya que en esos momentos sentía que estábamos abandonadas. En aquella época creía que un hombre era importante para la crianza de mis hijas, claro, un buen hombre. Ciertamente, yo no me creía capaz de criar sola a mis hijas, sentía miedo. El tenía un pasado tan complejo como el mío. Había tenido una relación con una joven con la que tenía dos hijos, pero desde hacía dos años se había separado y vivía solo. Entonces no era mi príncipe azul. Sinceramente, era muy atractivo y advertí que yo lo era también para él. Una fuerte atracción había nacido entre los dos, pero será solo eso, nada más. Yo ya había colocado una barrera muy sólida, frente a nosotros, si talvez llegásemos a relacionarnos más adelante. Habían niños de por medio y eso para mí era sagrado. Yo jamás hubiese sacado a ese hombre de ese pueblo y llevármelo conmigo para la grande ciudad, donde pensaba educar a mis dos pequeñas hijas. El debía estar junto a sus hijos. Todos decían que él, mi rector, era un padre amoroso.

Retomando el tema de la reunión, ésta se dio y en ella el rector nos expuso que era necesario realizar alguna actividad importante para recoger fondos en miras de realizar un aumento en la infraestructura del plantel. Entonces me vino a la memoria un evento muy agradable que viví durante mi época de estudiante universitaria: una compañera nos invitó a un grupo de amigas a la casa de sus padres un fin de semana y ésta quedaba, más o menos, a unas tres horas de la bella ciudad de Cuenca, donde estudiábamos. El pueblo se llamaba San Fernando. Ella era muy bonita y estaba de candidata a reina de ese lugar y decidimos dar unas serenatas para obtener fondos, recaudamos tanto que ella resultó ganadora. Entonces, de inmediato, levanté mi mano y propuse a los maestros que diéramos unas serenatas. “Visitaríamos hogares de las personas más pudientes de la zona y como la serenata será tan buena nos lanzarán el billete que necesitamos”. Les dije. “Pero, no podríamos porque sólo un profesor es el único que toca guitarra”. Dijeron por ahí. Yo les informé que tenía una guitarra y también podría contribuir tocando y cantando. Todos se quedaron sorprendidos. Todo podían imaginar menos que la psicóloga fuese cantante. Todos aceptaron por unanimidad.

Y salimos alrededor de unas treinta personas a dar nuestras serenatas en la fecha señalada. Fue una noche muy divertida. Cuando se trata de música, parece que surge nuestro otro yo a rescatarnos de la rutina, es igual que transportarnos a otro mundo, y tratándose de nuestra serenata, era como cruzar de lo formal a lo informal: risas exageradas, palabras atrevidas, las que uno no puede decir durante la jornada de trabajo, porque debes cuidar tu lenguaje de educador(a), eres el ejemplo que tus discípulos deben seguir. De vez en cuando bebíamos un sorbo de aguardiente con canela caliente, sabroso, muy sabroso. Con el exquisito sonido de las cuerdas de una guitarra a media noche y cantando baladas de José Luis Perales, como "El amor", "Marinero de Luces", "Si tu te vas", o aquellas bellas canciones de Emilio José como "Nuestra playa", que bien deben recordarla ahora con nostalgia, estoy segura: "La playa se ha dormido en tu silencio, las olas ya no vienen a suspirar, triste se queda el tiempo sin tu presente, tristes suenan las notas de mi cantar", hermosos boleros de Roberto Cantoral, "El reloj", "La barca", pasillos maravillosos de los Hermanos Villamar, Julio Jaramillo… y tan solo, iluminados con la luz de la luna y las luciérnagas que brillaban cerca de nosotros, aquella noche se convirtió en inolvidable. Nadie nunca antes había dado una serenata para adquirir fondos. Y obtuvimos una cantidad que sobrepasaba los límites. De pronto me convertí en la niña mimada del colegio y la atracción entre mi rector y yo aumentó. Sólo esperábamos una mínima oportunidad para acercarnos y curar nuestra ansiedad. Parecía difícil. ¿Cómo mantener una relación sentimental en un pueblo tan pequeño sin que la gente dejara de comentar? Ese sería nuestro gran desafío.