jueves, 6 de mayo de 2010

En una tierra lejana; EL INSTANTE TRÁGICO (11)

Me estaba preparando para mi jornada nocturna en el colegio. Estaba dejando listas a mis niñas para que un poco más tarde pudiesen cenar y luego ir a la cama. La muchacha que cuidaba de ellas, conocía bien las instrucciones para hacerlas dormir. Como en aquel pueblo no había televisión, porque no llegaba la señal, la gente acostumbraba a dormir temprano y mis pequeñas también se estaban adecuando a esa rutina. Yo trabajaba hasta las diez y media de la noche, a los once se iba la luz, aunque habían casas que disfrutaban de ese servicio, pero a base de motores, creo, que por medio de baterías. El hospital tenía su corriente eléctrica sólo para los aparatos que la requerían para su funcionamiento, en los pasillos colocaban velas.

Caminaba a paso ligero por la callecita hacia abajo para llegar a tiempo a mi institución educativa. Más a menos a mitad de cuadra había un almacén de ropa y calzado, los dueños eran unas personas muy sencillas y un poco mayores. Eran muy amables conmigo. Al pasar por allí, me sorprendió ver a la propietaria del almacén, en el corredorcito, sentada llorando como una niña. Mi prisa, podía esperar. Decidí acercarme a ella intrigada y preocupada.
-¿Por qué está llorando señora?. -Le interrogué.
- Es que mi esposo viajó en el avión hace dos días a la ciudad, y hoy debía volver en el vuelo de este medio día y aún no ha llegado.
-¿Cómo?.- Le dije. ¿Qué ha pasado con el avión? ¿Por qué no ha llegado?
-No lo sé aún, no sé ninguna noticia. Solo sé que el vuelo de la semana de regreso es hoy y el avión no ha llegado. Entonces pienso que se accidentó y mi esposo venía en él.
-¡Dios mío!.-Dije.
Me dio mucho dolor verla llorar así, pero traté de controlarme y la consolé.
-Tranquila, señora, no se angustie, seguramente hoy no hubo vuelo. Ya verá que mañana el avión llega y su esposo vendrá en él. No llore más. Que todo estará bien.
La tranquilicé de alguna manera y continué con mi camino al colegio. Cuando llegué, también se habían extrañado que el avión no hubiere llegado.

A mi regreso a casa, por la noche, le pregunté a mi hermano si sabía algo del avión. Me dijo que estaban a la espera de saber efectivamente si el avión había despegado del aeropuerto al medio día. La comunicación era pésima. El trabajaba en el banco y su amigo, al que yo le había cortado el cabello hace días, trabajaba con el sistema de comunicación telegráfica, pero aun no recibían noticias.

Al día siguiente en el colegio ya se habían enterado que había llegado un telegrama de la torre de control del aeropuerto de la ciudad y que afirmaban que el avión había despegado el día anterior al mediodía y que figuraba como desaparecido. Aquella noticia me paralizó, cuando fui a casa, pasé por el banco y verifiqué con mi hermano y me dijo que sí, que todo era cierto, el avión no aparecía. Me dijo además que estaban tratando de conseguir la lista de pasajeros pero no era posible. Antes de llegar a casa me acerqué hasta mi señora vecina que seguía llorando. Había cerrado su negocio y estaba siempre afuera, esperando por una buena noticia. Ella ya se había enterado lo del avión y no había manera de pararle su llanto. Me enterneció tanto que le ofrecí mi regazo, entonces extrañé mucho a mi madre. Recordé cuando ella también lloraba luego de que mi padre había fallecido en un carro que se volcó en el que viajaban los dos, afortunadamente, mi madre se salvó. Ella sufrió mucho y también fue un duro golpe para mí, porque tenía dieciséis años y era la consentida de mi padre. Habían pasado diez años de aquel terrible accidente y me vino todo a la memoria, cual si fuera una película.

Un poco más tarde, vi que las muchachas, hijas del propietario de la casa, caminaban algo nerviosas y corredizas. Me extrañó. Luego me encontré con mi hermano y mi cuñada y los vi también algo afligidos. ¿Qué sucede? ¿También están preocupados por lo del avión?.Les pregunté. Asintieron con la cabeza y dijeron: No sólo eso. ¿Qué sucede? ¿Qué pasa?. Interrogué otra vez. "No queríamos decírtelo porque no tenemos una certeza, pero las muchachas nos acaban de decir, hace un momento, que nuestro sobrino estaba por venir en estos días". ¿Qué?. Reaccioné alterada. Era como si me hubiesen lanzado un balde de agua fría. ¿Por qué no me lo dijeron? ¿Cómo lo sabían?. "El le había escrito una carta a su novia, diciéndole que venía para acá a pedir su mano para casarse". Me dijo mi cuñada. Yo había presenciado el día en que esta muchacha, su noviecita, había viajado a la ciudad, en este último vuelo. Ella no se encontraba en el pueblo, aun habiendo recibido su carta, aquello no entendía ¿por qué viajó? y corrí a buscar a las hermanas para que me lo explicaran. -(El romance de mi sobrino con la muchacha bonita del pueblo lo escribí en las entradas que titulan UN AMOR DE VERANO)-.

"Ella recibió la carta". "Pero tenía miedo de casarse por ahora". Me dijeron sus hermanas. Es por esto que ella había decidido viajar para ir a buscarlo al lugar donde vive, o sea a la casa de mi madre, para decirle que todavía ella no quería que hablase con su familia. Iba a pedirle que esperara un poco para casarse. También me dijeron que su hermana estaba muy enamorada de mi sobrino pero tenía miedo al matrimonio, porque era todavía muy jovencita. Yo les reproché, el porqué habían ocultado lo de la carta, para enviarle un telegrama a él y decirle que no se le ocurra venir porque su novia no estaba en el pueblo. Sólo fue una torpeza de las niñas el no comentárnoslo. Se estaban lamentando ahora por no haberlo hecho, y estaban llorando sólo por la sospecha de que él hubiese tomado el avión que se había desaparecido. Les pedí que me permitieran leer la carta, cuando la recibí en mi mano, sentí un temblor en mis dedos. Un presentimiento muy cruel se apoderó de mí. La leí en silencio, palabra por palabra, era muy tierna, con todas esas palabras bellas que dicen los que están verdaderamente enamorados. En ella también decía que venía trayendo unos peluches para mis niñas, aquello me conmovió y lloré. Luego les entregué la carta y salí de esa habitación. Sentí que me ahogaba, ya me había transformado. Me sentí desesperada. Corrí a mi habitación y abracé a mis hijas en medio de una horrible sensación. Es esa incertidumbre de no saber nada, de mantenerse incomunicado. Necesitaba saber ¿qué había pasado con el avión?, quería tener en mis manos esa lista de pasajeros y verificar que en verdad el nombre de mi amado sobrino no estaba en ella.

Habían pasado dos días y una mañana que iba camino al colegio, apresurada, escucho el grito de mi hermano tras de mí, llamándome y corriendo. "Anamaría, espera", "Anamaría, espera". Me detuve, volteé, y le pregunté así mismo gritando ¿Qué pasa? . Y gritó "Nuestro sobrino Jorge viajaba en el avión". "Noooooo" Grité. El vino hasta mí también llorando y entregó en mis manos la lista de pasajeros. Lo leí. Su nombre estaba en la primera fila. Fue el pasajero numero uno. No lo podía creer. Grité y lloré en la calle. Mi hermano trataba de calmarme, yo no me podía controlar. La gente nos miraba con curiosidad, a mí nada me importaba. Finalmente, decidí ir al colegio a pedir permiso y comunicar a mi cuñada que también se hallaba dando clases. Fui llorando por el camino y lo primero que hice fue ir al Rectorado. Entré a la oficina y mi rector se sorpendió al verme en ese estado y espontáneamente él se acercó hacia mí y me ofreció su regazo para llorar. Me sentí tan protegida entre sus brazos. Fue tan hermoso ese momento. Desde hacía días que él y yo intentábamos acercarnos y tuvo que surgir un motivo trágico para tener nuestro primer contacto afectivo, pero fue muy bello saber que alguien me estaba esperando con ansias para darme una caricia. Recuerdo que secó con sus dedos mis lágrimas y besó mi rostro aun húmedo, con tanto ternura. Trató de calmarme y me dijo que fuera a casa y que lleve a mi cuñada, que nos daba permiso por dos días. Fue muy amable, me acompañó hasta el salón donde ella estaba dando clases. En cuanto supo mi cuñada de la terrible noticia también lloró y fuimos a casa. Ahora sólo teníamos que esperar.

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