Me había decidido a viajar a aquel pueblo escondido en un rinconcito del mapa. Estaba optimista, positiva y creí que debía ofrecerle un nuevo giro emocional a mi vida. Todo parecía tan distinto, aquella pesadez emotiva que cargaba conmigo se había desvanecido, gracias a la visita de mi hermano. Cada vez me convenzo que la vida te trae muchas sorpresas, te invita a viajar por caminos inimaginables, que te conducen hacia el bien o hacia el mal. Pero si ahora la emoción estaba conmigo y mi espíritu estaba pletórico de contento, debía aprovecharlo, debía vivirlo, debía experimentarlo. Nadie sabe cual es tu destino. Tenía que dar el primer paso para emprender mi marcha, en miras de buscar la felicidad, que es lo que hace todo el mundo. ¿Por qué debía tener miedo?. Iba a trabajar por un tiempo en ese lugar. No pretendía quedarme por allá para siempre. Quería ahorrar y luego salir a vivir a una ciudad grande para ofrecerle una buena educación a mis dos hijas que se habían convertido en mi prioridad más importante.
Hice mi equipaje, primero debía ir sola por cuanto tenía que firmar el contrato de trabajo y aún faltaban dos meses para entrar a clases de educación media, que era el área en la que trabajaría. Estaban de vacaciones. Viajé en carro por espacio de unas cinco horas hacia el aeropuerto donde me esperaba mi cuñada que había salido a la ciudad a hacer una importante diligencia. Allí juntas tomaríamos el avión que nos trasladaría a aquella población. El avión no llegó, parecía que estaba en mantenimiento y aquel día no hubo vuelo. Mi cuñada resolvió que no había opción, debíamos ir en carro al día siguiente. Me explicó rápidamente, que el viaje sería un poco demorado, que saldríamos de madrugada y llegaríamos en la tarde. Bien, no había otra solución. Debíamos viajar al día siguiente y así fue.
Tomamos el único carro que salía a la madrugada para ese lugar. Era un amanecer un poco fresco, mas no lluvioso, pero se sentía acogedor. El carro había rodado unas dos horas, mas o menos, y llegamos a un pequeño pueblo que hoy debe ser una gran ciudad. Esa es una tierra maravillosa, la llaman "Tierra de la Eterna Juventud". Es un lugar donde las personas viven cerca de los cien años y más edad, con dignidad, con entereza, con vitalidad. El carro se detuvo por un corto tiempo, pero fue suficiente para bajarnos y poder charlar con algunos ancianos que caminaban por la calle, montados a caballo, o cargando bultos, o conversando y riendo a carcajadas. Ví en el corredor de una casa a un anciano leyendo el periódico, sin anteojos. Me acerqué, lo saludé y le pregunté su edad y me dijo que tenía noventa y ocho años. Casi me muero de la impresión. Una señora me dijo que tenía cien años. Era una anciana pero muy bien paradita y caminaba sola, sin ayuda de nadie y a paso largo. Fue impresionante. Esta tierra bella se llama Vilcabamba, es visitada por muchos turistas de diferentes partes del mundo. Hay científicos que se han instalado en el pueblo para investigar las causas del por qué la longevidad de sus habitantes. Muchos aducen que puede deberse a la alimentación, al clima, a la vegetación, al río que dicen previene la osteoporosis y el colesterol. Son tantas las razones que hacen que esta tierra enamore a quienes la visitan. Misteriosamente, es como si ella te conquistara para darte más salud, más alegría, más juventud.
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