sábado, 27 de marzo de 2010

NUESTRO JURAMENTO

Palabras dulces, palabras bellas, todavía resuenan en mis oídos como el dulce sonido de un cascabel navideño. Y yo, ahí, de pie, hipnotizada, aunque la palabra correcta sería "idiotizada", mirando al cura, con la sangre helada por la emoción, con las dendritas de mi sistema nervioso corriendo de un lado a otro, locas y discoordinadas. Heme ahí, escuchando las palabras mágicas del sumo sacerdote. Las que hablan de amarse hasta la muerte, en las buenas y en las malas, en la riqueza y la pobreza.
Yo, hermosa, con mi largo vestido blanco, diáfano, símbolo de la pureza. ¿Pureza? No sé de qué pureza estoy hablando. Ya hacía fechas que ella se había escapado, como una paloma blanca por arriba hacia las alturas, envuelta entre sábanas blancas, entre rosas rojas que mi gran amor me había obsequiado aquella noche en señal del inmenso amor que dijo, sentía por mí.
Mientras estoy escuchando las palabras del cura, viene a mi memoria, como un flechazo, la imagen de aquel joven que se llevó "mi pureza". ¿Si lo amaba?. Siempre había dicho que aquel que robe "mi pureza", sería el joven que me demostrase amor. Y sí, él me demostraba realmente, amor. Sentí la necesidad de entregarle esa "bendita pureza".
Ahora estoy aquí, escuchando con los oídos muy templados y mis ojos bien abiertos, para cuando termine la frase el cura, yo poder decir "Sí, Acepto". Y después : El gran beso, el que va a sellar con broche de oro ese bello juramento, como si al decir los dos ese "sí ,acepto" y ese "dulce beso" fuesen una garantía para que el amor sea eterno.
Y yo estoy con mi memoria lúcida evocando al personaje que me robó mi blancura. No sé quien inventó que la pureza era de color blanco, no sé quien inventó que la pureza estaba "allí". Estoy absolutamente convencida que la pureza está en mi alma y tiene todos los colores y esa nadie me la ha robado, está conmigo ahora, estuvo conmigo ayer y estará conmigo toda la vida. ¿Será que alguien será capaz de encontrar dentro de mí esa verdadera pureza?.
Bien, y después del beso ¿Qué? Si nos va mal, nos divorciamos. Y ese "si nos va mal". debe ser porque no supimos cumplir con las bellísimas palabras del juramento sagrado. El, un machista y obsesivo. Yo, sometida y humillada, pero que llegué al límite de la tolerancia y decidí por un terminante "me divorcio". En algunos casos puede ser que ella sea la culpable. Dije sólo "en algunos casos".
¿Y el vestido blanco? ¿Y la pompa? ¿Y la gala? ¿Y la fiesta? ¿Y el álbum de fotos?¿ Y los invitados? ¿Y el baile nupcial?.Sólo queda el recuerdo de que fue una gran fiesta, aunque el matrimonio se haya derrumbado. Me faltó una última pregunta ¿Qué pasó de nuestro bello juramento? Qué importancia tiene eso ahora. Hoy nos estamos peleando por ver quién se queda con el niño y quién se queda con los bienes.
Esta es la historia de miles de mujeres. No es la mía porque no creo en el vestido blanco y nunca me he casado por la iglesia.




No hay comentarios:

Publicar un comentario